Renacida, lo esperé con una sonrisa para que se pusiera frente a mí una vez más, pero caminó hacia..

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Historia 1: Julian y yo renacimos juntos.
En nuestras vidas anteriores, él había alcanzado el estimado rango de censor imperial de tercer grado, mientras que a mí el mismo Emperador me había concedido el título de Dama de Primer Rango. En su lecho de muerte, me sostuvo fuertemente la mano.
—Seraphina —dijo con voz ronca pero llena de gratitud—, gracias por esta vida.
Cuando abrí los ojos otra vez y me encontré de nuevo en la academia, esperé con una sonrisa, anticipando el momento en que ese joven volvería a caminar hacia mi escritorio. Después de todo, siempre habíamos compartido un mismo corazón y una misma mente, almas gemelas tanto en ambición como en afecto.
Pero esta vez, pasó de largo… y se detuvo junto a una joven orgullosa.
En ese instante, lo comprendí: quizás esta vez él deseaba una vida diferente.

Historia 2: Después de que me reconocieran como parte de la familia adinerada, la hija falsa se lanzó al mar.
Mi familia creyó firmemente que yo la había obligado a morir.
Mi madre lloró hasta casi desmayarse.
Mi padre me dio diez bofetadas.
Mi hermano me empujó desde el tercer piso, y caí hasta morir.
Cuando volví a abrir los ojos, había renacido en el día en que me llevaron por primera vez a casa.
La habitación que me habían preparado estaba hecha un desastre, destruida por el perro de la hija falsa.
Ella lloraba hermosamente, con lágrimas corriendo por su rostro:
—Lo siento, hermana. Quédate en mi habitación, por favor. Yo me mudaré al cuarto de almacenamiento.
Mi madre la abrazó con ternura, visiblemente angustiada:
—Tú duermes mal. ¿Y si no puedes dormir al cambiarte de habitación?
En esta vida, no elegí una habitación.
Elegí a una persona.
Tal como en mi vida pasada, las sábanas, la colcha y la almohada de la habitación preparada para mí estaban hechas trizas.
Había excrementos y orina de perro por toda la cama y el suelo.
El aire apestaba de forma insoportable.
Aralyn, la hija falsa, lloraba mientras golpeaba al Husky que ladraba:
—¡Mira lo que has hecho! ¿Cómo pudiste destruir la habitación de mi hermana así? ¡Eres tan malo! Auuuu…
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