La Muerte de Gil de Ronza

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La Muerte de Gil de Ronza.

La Muerte de Gil de Ronza, una impactante imagen que se encuentra en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid. La obra muestra a un tránsido, una tipología que representa el cadáver en descomposición y que es muy habitual en la iconografía funeraria. Este tipo de representaciones aluden al Memento Mori clásico, es decir, “recuerda que vas a morir”, una cita muy recurrente a lo largo de la historia del arte.

La Muerte de Gil de Ronza, tal y como la contemplamos actualmente en las salas del museo, produce un gran impacto por su extremo naturalismo. De hecho, el teórico del arte Antonio Palomino comentó de esta obra que aún tocándola se duda de si es real.

En efecto, el escultor ha reproducido a la muerte y ha representado su cruda realidad a través de un tránsido. El artista ha plasmado la descomposición de la carne con un increíble realismo, en el que incluye los gusanos saliendo de entre los jirones de la piel. La obra actúa de esta forma como un recordatorio de en lo que nos convertiremos, y advierte sobre la fugacidad de la vida y de sus placeres.

Gil de Ronza demuestra tener un gran conocimiento de la anatomía humana en esta obra, al plasmar los huesos, las articulaciones y los tendones en descomposición con una fidelidad absoluta. En el siglo XVI era muy habitual que los artistas estudiaran tratados de anatomía o, incluso, diseccionaran cadáveres para conocer el cuerpo humano. Así lo hicieron, por ejemplo, artistas como Leonardo da Vinci y Miguel Ángel Buonarroti.

Antonio Palomino atribuyó erróneamente la escultura a Gaspar Becerra, artista que trajo el manierismo miguelangelesco o romanismo a la península ibérica a través del retablo de la catedral de Astorga. Parece ser que el teórico del arte llegó a esta conclusión tras ver una de las láminas del tratado de anatomía llamado Historia de la composición del cuerpo humano, escrita por el doctor Juan Valverde, realizada por Becerra y que recuerda a la obra que estamos analizando.

Gracias a la investigación del historiador del arte José Ángel Rivera de las Heras, se comprobó que esta escultura formaba parte del encargo que realizó en 1521 el deán Diego Vázquez de Cepeda para su capilla funeraria, situada en el convento de San Francisco de Zamora.

Se trata de una de las cinco esculturas que se conservan de dicho encargo, cuyo programa iconográfico se basaba en temas de la vida de Cristo, su Pasión, su Resurrección y el Juicio Final. Las otras imágenes son el Ecce Homo del convento del Corpus Christi de Zamora, el Cristo de la Laguna del Museo de Semana Santa de Zamora, el Cristo yacente del convento de Santa Clara de la misma ciudad y el San Miguel conservado en el Metropolitan Museum de Nueva York. El conjunto se había dispersado tras las desamortizaciones del siglo XIX.

La actividad de Gil de Ronza está documentada en Toledo desde 1498. El artista procedía de la localidad flamenca de Ronse, de donde toma su apellido castellanizado. También lo encontramos activo en otras localidades castellanas como Salamanca y Zamora, donde establece su taller y muere en 1534.

El tránsido de Gil de Ronza porta en la mano izquierda un objeto que Antonio Palomino identificó con una guadaña y que, en realidad, se trata de una de las siete trompetas del Apocalipsis. En este libro bíblico, escrito por San Juan, se nos narra la segunda venida de Cristo para el Juicio Final y la resurrección de los cuerpos, momento que se representa en esta escultura. El tránsido se ha levantado, pues, para ser juzgado.