2. Nave de la epistola de San Juan del Mercado. Beneventum

Nave de la Epístola

Tras acceder por la puerta, tendrás una vista panorámica de todo el templo. Te proponemos un recorrido en U, comenzando por la nave de la epístola, es decir, la que tienes a tu derecha. Desde los pies hasta la cabecera, se van alternan diferentes pinturas, esculturas y retablos que denotan el potencial artístico benaventano.
En primer lugar, imperante en la oscuridad de este espacio, se encuentra la representación por excelencia en el cristianismo, la Crucifixión, en una talla simple, del siglo XVI, que se ve acompañada por una pintura de la Inmaculada Concepción, de gran popularidad en época moderna.

De estilo barroco es el retablo que vemos a continuación. Nuevamente se repite la temática mariana, pues preside el conjunto una escultura de la Inmaculada Concepción, ataviada con su característica túnica blanca y manto azul.

A continuación, encontramos tres notables esculturas de bulto redondo. Con San Francisco de Asís, a la derecha, San Antón, en el centro, y el pequeño San Crispín, a la izquierda, portando la palma del martirio y un botín que nos habla de su pertenencia al gremio de los zapateros y curtidores. La manufactura zapatera tuvo una gran importancia en Benavente y como prueba de ello surgió su gremio, que se encomendó a este santo.

De época tardogótica son las dos tallas de Santa Catalina y Santa Lucía que nos encontramos dispuestas en los pilares de la nave central, pilares en los que, por cierto, te encontrarás varias marcas de cantero. Quizás te cueste un poco encontrar a estas dos santas, debido a su pequeño tamaño. Ambas son fáciles de identificar por incorporar elementos alusivos a su martirio: Santa Lucía sus ojos arrancados y Santa Catalina la rueda dentada. Son obras anónimas del siglo XV.

Llegamos ahora a la zona previa a la cabecera, donde aparece una pintura mural de época renacentista que recoge a Jesús abatido en los brazos de su madre. En la parte inferior de esta aparece una mujer enfrentándose al mal representado a través de un dragón, que bien pudiera ser Margarita de Antioquía, también conocida como Santa Marina, y a quien las parturientas invocaban al dar a luz en tiempos de tanta mortalidad infantil.