China PRESENTA NUEVOS TRACTORES (copias de John Deere)
Автор: Andresito
Загружено: 2025-07-06
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Y esperen, porque si china no se conformaba con copiar vehículos, hoy también nos muestra tractores que son una réplica de los estadounidenses.
China no imitó tractores. Los secuestró, los clonó y los lanzó al mundo como si fueran suyos, con la sonrisa de quien devuelve una camisa robada diciendo que es diseño propio. Uno de los blancos fue John Deere, el tótem verde de la agricultura estadounidense. Durante años, sus modelos fueron copiados con una precisión quirúrgica que haría llorar de celos a un falsificador de Rolex. No solo calcaban el diseño: también los colores, los logos, los nombres y hasta la dignidad de la marca.
Pero lo grotesco no termina ahí. En un acto de prestidigitación empresarial, empresas chinas llegaron a registrar entidades con nombres como "American John Deere Petroleum Chemical Industry Group", vendiendo aceite falso con la misma etiqueta verde que el original. Como si alguien abriera un McDonald’s clandestino al lado del real, pero con payasos más siniestros y hamburguesas hechas de promesas rotas.
Y mientras tanto, la maquinaria estadounidense veía cómo sus tractores eran reemplazados por réplicas baratas que no pasaban ni una revisión de seguridad doméstica. Equipos que parecían robustos, pero que se deshacían en el campo como origami mojado. Agricultores que pensaban haber comprado un ícono de Illinois, terminaban manejando un espejismo ensamblado con tornillos sueltos y orgullo reciclado.
El alma del saqueo chino no estaba solo en la estética robada, sino en el precio: mientras un John Deere 5075 E nuevo ronda los 45 000 dólares en Estados Unidos, marcas chinas como YTO, Zoomlion o Foton Lovol ofrecen modelos visualmente similares por apenas 16000. Y si el comprador acepta sacrificar garantía, posventa y hasta sentido común, puede conseguir imitaciones por debajo de los 14000. Un tercio del precio por una máquina que promete lo mismo... y entrega la mitad, con suerte.
Pero el agricultor promedio no es un ingeniero de tractores. Ve cuatro ruedas grandes, una cabina y pintura verde o roja, y da por hecho que sirven igual. Y ahí es donde entra el veneno: esas máquinas muchas veces no cumplen con normativas de emisiones, utilizan materiales reciclados de baja calidad, o directamente son Frankenstein mecánicos: piezas de diferentes modelos soldados con esperanza y cinismo.
El bajo precio, eso sí, no cae del cielo: se subsidia desde el Estado chino, se amolda con mano de obra barata y se maquilla con marketing que raya en el delirio. Prometen durabilidad “alemana”, potencia “americana” y tecnología “japonesa”, pero los componentes muchas veces no aguantan ni tres cosechas. Las cajas de cambio se traban, los motores recalientan, los repuestos no existen o cambian según el humor del proveedor. Es el “tractorcito feliz” que ríe en la feria y muere en el campo.
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