Un momento con Jesús que cambiará tu día

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Hoy nos reunimos para encontrarnos con la presencia de Dios.
Respiramos profundo…
dejamos a un lado las prisas…
y dejamos que el corazón se serene.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Señor Jesús, te damos la bienvenida en este momento.
Quédate con nosotros.

Señor, a veces el cansancio pesa.
A veces la vida duele.
A veces fallamos, dudamos, nos perdemos.

Pero hoy venimos a Ti tal como somos.
Fragilidad y esperanza… juntas.

Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad.

Jesús amado, abre nuestra mente y nuestro corazón.
Habla a lo profundo de nuestro ser.
Trae luz donde hay confusión,
y paz donde hay inquietud.
Amén.

Lectura del Evangelio según San Mateo 11, 28-30

Jesús dijo:
“Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados,
y yo los aliviaré.
Carguen con mi yugo y aprendan de mí,
porque soy sencillo y humilde de corazón,
y encontrarán descanso para su alma.
Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.”

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.


A veces la vida se vuelve pesada.
Los días parecen repetirse.
El corazón se cansa.
La mente se llena de preguntas.
Y sentimos que llevamos demasiado sobre los hombros.

Pero Jesús no nos dice:
“Esfuérzate más.”
Ni: “No deberías sentirte así.”

Él dice algo distinto…
Él dice:
“Ven a mí.”

No para juzgarte.
No para exigirte.
No para pedirte fuerza.

Sino para aliviarte.
Para sostenerte.
Para abrazarte.

Hoy Jesús te mira…
y te dice:
“No estás solo. Yo estoy contigo.”

Yo digo:
“El Señor es mi luz y mi salvación.”

Tú respondes:
El Señor es mi luz y mi salvación.

Repetimos una vez más, lento:
El Señor es mi luz y mi salvación.


Señor, escucha nuestra oración:

— Por quienes están cansados de luchar…
Te lo pedimos, Señor.

— Por los enfermos y quienes sienten dolor…
Te lo pedimos, Señor.

— Por los que hoy sienten tristeza, vacío o pérdida…
Te lo pedimos, Señor.

— Por los que necesitan fuerza para continuar…
Te lo pedimos, Señor.

— Por nosotros… para que no dejemos de confiar…
Te lo pedimos, Señor.

Amén.

Digamos juntos:
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén.

Jesús, aquí te entrego lo que me pesa.
Mis miedos.
Mi cansancio.
Mis dudas.
Mis heridas.

Hazme sentir Tu mano sosteniendo la mía.
Dame calma.
Dame descanso.
Dame paz.

Respira…
Siente que no estás solo…
Que Jesús está aquí…
Contigo…

Que el Señor te bendiga.
Que te dé paz en el alma,
luz en los pensamientos,
calma en el corazón
y fuerza para continuar.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Gracias, Señor, por este encuentro.
Que esta paz nos acompañe todo el día.