Una pregunta basta para DESBARTAR el discurso de cualquier NEOLIBERAL (NOBOA, ACOSTA BURNEO, DAHIK)

La contradicción neoliberal frente a la realidad del salario básico

El neoliberalismo, con su fe inquebrantable en el libre mercado y la eficiencia individual, suele sostener que los salarios deben determinarse por la oferta y la demanda, y que el Estado no debe intervenir para “distorsionar” ese equilibrio natural. Sin embargo, esta lógica se derrumba cuando se la confronta con la experiencia concreta de vivir con un salario básico, como los 300 dólares mensuales que perciben miles de personas en Ecuador.
¿Podrían figuras como Alberto Acosta Burneo, Alberto Dahik o el propio Daniel Noboa sostener su discurso si tuvieran que sobrevivir con esa cantidad? Probablemente no. Con 300 dólares apenas se puede cubrir alimentación, transporte y vivienda mínima; no hay espacio para salud, educación o ahorro. Desde esa precariedad cotidiana, los principios abstractos del mercado se revelan como lo que son: privilegios sostenidos por quienes nunca han sentido el peso de la escasez.
El neoliberal defiende la “libertad económica” desde un escritorio climatizado, pero esa libertad se convierte en una ironía para quien debe elegir entre comer o pagar la renta. La meritocracia, otro de sus dogmas, se desvanece cuando el punto de partida está determinado por la desigualdad estructural. En la práctica, la supuesta “racionalidad del mercado” solo perpetúa la concentración de riqueza y excluye a la mayoría de la población de una vida digna.
Por eso, la pregunta “¿podría un neoliberal vivir con 300 dólares?” no busca una respuesta literal, sino exponer una verdad profunda: su discurso solo se sostiene mientras se ignore la realidad material de las mayorías. Cuando la ideología se enfrenta al hambre, el mercado deja de ser un ideal y se convierte en una máscara de la injusticia.