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La pérdida de la memoria y de la herencia cristiana, agnosticismo práctico, indiferentismo religioso, la dificultad de vivir la fe en un contexto social y cultural actual, miedo para afrontar el futuro, fragmentación de la existencia, prevalece un gran sensación de soledad, se multiplican las divisiones y las contraposiciones, crisis familiares, conflictos étnicos y raciales, egocentrismo, cuidado exagerado de los propios intereses y privilegios, se da una disminución de la solidaridad interpersonal, se busca fundar una antropología sin Dios y sin Cristo, una cultura de los medios de comunicación contraria al Evangelio..." Juan Pablo II-

La fidelidad es la memoria palpable de la presencia de Dios entre nosotros. Siendo el matrimonio una alianza sagrada, la presencia de Dios no sólo es un deber o una cláusula implícita en la relación matrimonial, sino que también debe hacerse sentir. Comprende los valores que más anhelamos, que hemos de compartir con nuestro ser amado....y también en todas las relaciones humanas. La fidelidad no es una atadura, sino una expresión sublime de nuestras aspiraciones. La fidelidad se cultiva y nos permite limar asperezas, renovarnos en el amor recíproco y en el misterio de la persona que amamos, en donde siempre se descubren palabras, gestos, cantos y poesía nuevos. Al compartir alegrías, triunfos, fracasos, ansiedades, tristezas y experiencias de todo tipo, la misma fidelidad se convierte en algo que enriquece nuestras vidas y una vivencia gratificante. Puede que la felicidad sea la consecuencia lógica, pero también provee una retroalimentación que la sostiene.