1-Contra toda esperanza | Detención y La Cabaña

Han transcurrido cuarenta años desde la publicación de Contra toda esperanza, uno de los testimonios más estremecedores escritos por un preso político en la segunda mitad del siglo XX. Cuatro décadas después, el régimen castrista sigue en el poder, con sus cárceles aún llenas de prisioneros políticos. La única diferencia con respecto a las circunstancias que vivió su autor es que, finalmente, el mundo reconoce la existencia de una dictadura en Cuba. Puede parecer un detalle menor, pero en ese reconocimiento radica la clave para entender la trascendencia del testimonio de Armando Valladares y su influencia en la opinión internacional, especialmente en Europa, marcada por el antes y el después que significó el éxodo del Mariel.
Durante años, la revolución cubana proyectó una imagen casi mítica más allá de los límites del Caribe. El mundo se dejó seducir por el relato heroico de una pequeña isla que, desafiando al imperio, se liberaba del yugo antiimperialista. Ese imaginario —“¡Cuba sí, yanquis no!”— sirvió de base al gigantesco aparato propagandístico del régimen, que exportó con habilidad sus cuentos de redención: la potencia médica, la universidad para todos, la epopeya revolucionaria, etc. Bastaba recibir a los emisarios de la cultura, sumergirlos en un baño de amor, y enviarlos de vuelta a sus países con una visión idealizada.
Mientras tanto, tras el telón, se vivían los horrores que Valladares narraría años después en su libro. Las violaciones a los derechos humanos en Cuba fueron denunciadas desde el principio, pero ¿qué fuerza podían tener aquellas voces aisladas frente al aparato propagandístico de un Estado en un mundo mayoritariamente antiestadounidense y cautivado por el carisma de Castro? Como en toda revolución, había vencedores y vencidos. Los del bando perdedor fueron etiquetados como batistianos, esbirros, burgueses al servicio del imperio, y muchos terminaron ante el paredón o en prisión. Para el régimen, eran traidores, escoria, vende-patria.
Durante mucho tiempo, las denuncias apenas cruzaron el lago Okeechobee en la Florida, desestimadas incluso por instituciones internacionales, incluida la ONU, que practicaba el silencio cómplice. Todo cambió con el éxodo del Mariel. En 1980, no escapaban batistianos ni burgueses, sino los propios hijos de la revolución: obreros, campesinos, estudiantes, los más humildes. Aquella estampida quebró la farsa y obligó, sobre todo a Europa, a mirar con otros ojos al régimen cubano. Poco después, en 1985, apareció la primera edición de Contra toda esperanza, convertida rápidamente en un éxito internacional, con más de un millón de ejemplares vendidos y traducciones a varios idiomas. Es, desde entonces, una obra esencial para comprender la historia del presidio político en Cuba.
Contrario a lo que el gobierno de La Habana intentó difundir, Valladares no fue un policía batistiano, sino un joven funcionario de apenas veintitrés años que se negó a colocar una calcomanía comunista en su escritorio. Por un acto tan mínimo fue encarcelado, como miles de otros cubanos de distintos estratos sociales, muchos de ellos incluso simpatizantes de la revolución. Las prisiones del castrismo se llenaron de hombres que representaban toda la diversidad de la nación, no de los esbirros del antiguo régimen. El testimonio de Valladares conmueve por su crudeza y precisión. En sus páginas el lector asiste, casi sin respiro, a un descenso a los infiernos que se combina con destellos de humor, ironía y fe. Su relato mantiene viva la tensión narrativa sin sacrificar la humanidad del protagonista. A medida que avanza la lectura, el lector comprende la magnitud del sufrimiento y se pregunta si habría resistido tanto. Sin embargo, en medio de la oscuridad, la esperanza se impone.
Tras su intento fallido de fuga, Valladares se juró dos cosas: que saldría vivo de la prisión para casarse con Marta, y que escribiría un libro contando su historia, un libro que alcanzaría éxito mundial. Ambas corazonadas se cumplieron, aunque después de veintidós años de cautiverio. En esta edición conmemorativa se ha realizado una lectura comparativa de versiones anteriores para conservar el texto más fiel a la voluntad de su autor. Con ella, rendimos homenaje no solo a Armando Valladares, sino también a todos aquellos que, como él, supieron mantener viva la esperanza frente al horror.
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