Proyecto Ramé ACTO I - Pico de la Serrera
Автор: HIGHESTROOF
Загружено: 2025-11-24
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El invierno había transformado el valle de Ransol en un mural blanco perfecto. Las laderas suaves, los picos afilados y el silencio absoluto anunciaban un día que no sería uno más. Evelyn lo sabía. Aquella mañana, mientras se ajustaba el cierre de los crampones, no se preparaba únicamente para otra ascensión: se preparaba para conocer la esencia del Serrera, un pico que muchos describían como elegante, exigente y caprichoso.
El termómetro marcaba –8°, pero al sol le quedaba aún media hora para aparecer.
Evelyn encendió su frontal, respiró hondo y comenzó a caminar.
Los primeros kilómetros fueron tranquilos, con la nieve firme bajo sus pies y el sonido acompasado de sus bastones marcando el ritmo. A su alrededor, las sombras largas de las montañas se extendían como gigantes dormidos.
Mientras ascendía hacia la Coma del Forat, un viento suave empezó a soplar. No era amenazante, pero sí constante. Era el viento del Serrera, el que siempre estaba ahí, recordando al montañero que esa cumbre tenía carácter.
Evelyn sonrió.
—Está bien, si quieres jugar, jugamos.
La pendiente empezó a ganar inclinación, y ella cambió a modo técnico. Crampones bien ajustados, piolet a mano, mirada al frente. Con cada paso, su respiración se mezclaba con el aire helado que cortaba las mejillas, pero sus ojos brillaban con esa mezcla de miedo controlado y felicidad sincera que solo los amantes de la montaña conocen.
Al llegar al collado previo a la cima, el viento se transformó en ráfagas que empujaban con fuerza. Evelyn se agachó, clavó bien el piolet y esperó a que amainara. La nieve levantada por el aire formaba pequeñas serpientes blancas que cruzaban el suelo como si tuvieran vida propia.
Estaba cerca. Muy cerca.
Cuando alcanzó la arista final, la sensación fue indescriptible. Estrecha, aérea y nevada, ofrecía vistas que parecían sacadas de un sueño: el Estanyó al fondo, las crestas de Sorteny brillando, y el cielo teñido de un azul profundo y frío.
Unos pasos más…
y lo consiguió.
La cima del Pico de la Serrera.
2913 metros.
Invierno.
Ella sola.
Evelyn dejó caer la mochila suavemente en el suelo. El viento la rodeó casi como un abrazo salvaje. Apoyó las manos en el hito del vértice, cerró los ojos y dejó que ese sonido, entre rugido y susurro, se instalara en su memoria.
—Eres distinto a todos, Serrera —murmuró, como si el monte pudiera oírla.
Sacó su termo, se sentó a resguardo de una roca y contempló el mundo desde lo alto.
No era la cima más difícil que había conquistado, pero quizás sí una de las más auténticas, de esas que te obligan a escucharte mientras escuchas el viento.
Cuando emprendió el descenso, las nubes empezaron a cubrir el cielo. Pero en su interior, Evelyn caminaba ligera, con el corazón lleno y la certeza de que aquel día quedaría grabado en ella para siempre.
Porque algunas montañas se suben por deporte,
otras por desafío,
y otras —como el Serrera—
por la magia silenciosa que dejan dentro de uno mismo.
H I G H E S T R O O F.
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