Rechacé a este chico dulce varias veces. Luego, meses después empezó a salir con otra chica

Rechacé a este chico dulce varias veces. Luego, meses después empezó a salir con otra chica. Hoy los vi juntos en el tren y cuando llegué a casa me puse a llorar. Él me pertenecía a mi.

La madre de Esteban me gritó “enferma” en la misma puerta donde antes me ofrecía café y me llamaba “la hija que nunca tuvo”. Me echaron a la calle como si fuera basura, mientras él se quedaba adentro con ella. Y lo único que yo intentaba hacer era salvarlo de sí mismo, restaurar lo que nos habían robado. Para que comprendan la injusticia de todo esto, necesitan saber cómo empezó el desvío. Desde el primer día supe que Esteban y yo éramos una de esas historias que ya están escritas en alguna parte, un pacto sellado mucho antes de que nos conociéramos. No es arrogancia, es intuición. Es saber que algunas almas simplemente se pertenecen. Cada conversación, cada risa compartida, no eran más que confirmaciones de esa verdad fundamental. Él era mío. El hecho de que lo rechazara varias veces no era una contradicción, sino una parte necesaria del proceso. Era una prueba, un periodo de maduración que él necesitaba atravesar para estar a la altura de lo que significaba estar conmigo. Mi amor no es algo que se regala a la ligera. Es un premio que debe ser ganado, un destino que debe ser merecido. Yo necesitaba que él luchara, que demostrara con hechos que entendía la magnitud de lo que podía tener. Necesitaba verlo esforzarse, esperar, desear. Era un acto de amor por mi parte, como un escultor que cincela la piedra para revelar la obra maestra que hay dentro. Estaba moldeando al hombre que merecía estar a mi lado, y la espera era el cincel. Pero la paciencia es una virtud de los fuertes, y él demostró ser más débil de lo que yo había anticipado. Falló la prueba. En lugar de redoblar sus esfuerzos, de entender que mis negativas eran invitaciones a insistir con más fuerza, se rindió. Y no solo se rindió, sino que cometió la traición definitiva: empezó a salir con ella, con Teresa. Ver su nombre aparecer en sus publicaciones, etiquetado en fotos insulsas de paseos por el parque y cenas en lugares mediocres, era como leer un error en el guion del universo. Era una anomalía, una pieza que no encajaba en el puzle de nuestro destino.


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