Sherlock Holmes y el caso del puente que se derrumba (Parte 2)
Автор: Sala de susurros
Загружено: 2025-11-18
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Sherlock Holmes y el caso del puente que se derrumba (Parte 2)
El puente de Hawthorn, cuya caída casi se había cobrado tres vidas, seguía siendo el centro del caos cuando Holmes y Watson regresaron al lugar al amanecer. La niebla era tan espesa que las vigas rotas parecían huesos sobresaliendo del agua.
Holmes avanzó lentamente, examinando lo que quedaba de la estructura.
—Watson —murmuró—, observe las vigas del lado oeste. ¿Ve la diferencia?
—Más desgastadas, diría yo. Pero… ¿qué significa?
Holmes sonrió apenas.
—Que no se desgastaron. Las debilitaron. Con herramientas. Y con mucho tiempo.
Watson abrió los ojos.
—¿Entonces fue sabotaje? ¿Un intento de asesinato?
—Dos preguntas, una respuesta probable: sí.
Holmes mostró un fragmento de hierro, doblado de forma anormal.
—Alguien calentó estas uniones. No con fuego abierto… sino con ácido. Un ácido industrial, muy específico. Y solo un lugar en veinte millas lo usa.
Watson frunció el ceño.
—La fábrica de galvanización…
—Exacto —asintió Holmes—. Y anoche, notará usted, el capataz no estaba disponible para darnos ningún detalle sobre quién accede a los productos químicos.
Watson recordó.
—Dijo que estaba enfermo.
Holmes levantó una ceja.
—Y sin embargo, su bote fue visto amarrado justo aquí, bajo el puente, hace dos noches. Un capataz enfermo no suele hacer paseos nocturnos.
En ese momento, un agente de Scotland Yard llegó corriendo.
—Señor Holmes, encontramos esto entre los restos —dijo, entregándole un pequeño trozo de tela verde oscura.
Holmes lo observó, lo olió, y su expresión se volvió grave.
—Esto no es tela corriente. Es uniforme de… ingeniero del ferrocarril.
—¿Cree que el ferrocarril está implicado? —preguntó Watson.
—No, mi querido Watson. Creo que alguien quiere que lo creamos.
Holmes guardó el trozo de tela y añadió:
—Y ahora, el caso se vuelve verdaderamente interesante. Porque si el puente cayó por sabotaje, entonces el objetivo no era la estructura.
Era una persona.
—¿Quién? —preguntó Watson.
Holmes respondió sin dudar:
—El mismo hombre que salvamos anoche de caer con el puente: Sir Edmund Caldicott.
Watson se quedó helado.
—Entonces… alguien quiso matarlo.
Holmes se puso de pie, su mirada encendida de deducción.
—Y lo intentará de nuevo. A menos que encontremos al responsable antes de que oscurezca.
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