Las mentiras engañan / Cassandro
Автор: Canciones del Escaso y Extraño Recuerdo
Загружено: 2025-11-16
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Si los años 70 en España fueron un hervidero de baladas, patillas y camisas con cuellos que podían servir de paracaídas, entonces Cassandro fue la llama que casi, casi, casi iluminó la década. Nacido como Crescencio López en un barrio de Valencia donde hoy solo quedan dos bares y un perro que recuerda haberle visto cantar, Cassandro decidió desde niño que quería ser famoso, pero se conformaba con escuchar su nombre en un altavoz del supermercado, cosa que sucedió al menos seis veces.
Mientras Camilo Sesto llenaba estadios, Julio Iglesias coleccionaba romances internacionales y Sandro de América encendía pasiones a escala continental, Cassandro encendía… velas aromáticas en su habitación, donde practicaba poses dramáticas frente al espejo. Según él, “ya desde entonces se intuía la estrella”. Según su madre: “lo que se intuía era que gastaba mucho fijador para el cabello”.
Aun así, su disquera insistía en promocionarlo como “la respuesta española a la pregunta que nadie hizo”.
Su mayor logro llegó en 1976 con el single “Las mentiras engañan”, una balada tan intensa que provocó que cinco locutores de radio se desmayaran por exceso de vibrato. La canción narraba el drama de un hombre que descubre que no todas las mentiras son sinceras —tema filosófico que desconcertó a críticos, fans y a tres profesores de lógica.
El estribillo, inolvidable en su absurda redundancia, rezaba:
Las mentiras hieren, destruyen
Las mentiras socavan,
lastiman, rompen,
destrozan y dañan
Rasgan, laceran,
fulminan, torturan,
arrasan y matan
Pero sobre todo... las mentiras engañan
A día de hoy, a algunos oyentes todavía se les enreda la lengua al intentar cantarla.
Cassandro era famoso por la sobriedad de sus trajes: lentejuelas que podían causar ceguera temporal, plataformas tan altas que en un concierto sufrió mal de altura y su mítico “chaleco reversible idéntico por ambos lados”, que los críticos calificaron como “un acto valiente de desobediencia a la estética”.
Su movimiento de firma era un giro dramático de muñeca acompañado de un suspiro tragicómico que, según él, “derretía corazones”. De acuerdo a la prensa: “derretía, sí, pero sobre todo el maquillaje”.
Hacia 1979, su carrera comenzó a flaquear tras lanzar el álbum conceptual Metáforas que no entendí —un LP tan confuso que los vinilos, nadie sabe por qué, hacían que las tornamesas giraran al revés. Tras su retiro temporal (del que nadie se percató hasta seis meses después), Cassandro se dedicó a oficiar bodas, porque según él “tengo experiencia en unir gente que luego se arrepiente”.
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