Por fin la vida me sonríe (llegó mi suerte)

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La suerte no es un puto número en un puto papel.
Eso solo te mantiene atrapado, esperando que algo externo te dé la vida que tú no estás dispuesto a construir.

Y te lo digo de verdad: espero que no te toque nada.

Espero que no esperes que una bola aleatoria cambie tu realidad de la noche a la mañana.
Porque si eso pasa, no estás preparado para sostenerla.

Espero que vuelvas otra vez a la cena de fin de año con tu familia
y tengas que decir, una vez más, que “todo está bien”,
cuando sabes perfectamente que tu vida no te llena.

Espero que llegue el día de Reyes
y veas a tus hijos abrir regalos que no pidieron,
a tu mujer sonreír por un regalo que no era el que quería,
y que el regalo que sí quería —el que se salía de tu presupuesto—
otro año más no hayas podido permitirte.

Y que veas cómo tu familia repite la misma historia año tras año,
porque tú sigues siendo la causa de que nada cambie.

Te lo digo por tu vida.
Te lo digo porque me importas.

Porque sé que si esa “suerte” te llega sin estar preparado,
con el tiempo acabarás volviendo exactamente al mismo punto…
y salir de ahí será mucho más difícil.

No porque la vida sea injusta,
sino porque no eres la persona capaz de mantener y sostener esa realidad.

La suerte es la mezcla entre preparación y oportunidad.
La suerte se crea.
La suerte no llega sola.

Y si la vida no te ha dado los resultados que quieres,
no es porque no los merezcas,
es porque todavía no te has convertido en la persona capaz de sostenerlos.

Ese resultado que tanto deseas
también tiene la capacidad de destruirte
si no estás preparado para él.

Así que deja de quejarte.
Deja de decir “pobrecito de mí”.
Asume la responsabilidad.

Y conviértete, de una vez por todas,
en la persona capaz de mantener y sostener
la vida que dices que quieres.

Y recuerda... Más amor, menos miedo.

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