Sexto día de Sukot: Iosef

En la festividad de Sukot, cuando Israel habita bajo la sombra de la Presencia Divina, se acostumbra a recibir a los Ushpizin: los invitados espirituales que visitan la suká cada día. Cada uno de ellos representa una virtud, una chispa de la Luz del Eterno que guía el alma hacia la alegría y la rectitud. En el sexto día, el invitado es Iosef haTzadik, símbolo de Yesod, el fundamento, la pureza y la fidelidad a Elohim incluso en medio del exilio.

Su historia, tejida entre los capítulos de Bereshit, es una travesía de amor y traición, de sueños y cumplimiento, de esclavitud y gloria. Desde la túnica rayada que despertó la envidia de sus hermanos, hasta el manto real con el que gobernó Egipto, la vida de Iosef revela cómo la Providencia Divina transforma el dolor en propósito.

Iosef, vendido por sus hermanos, se convirtió en el salvador de su pueblo; encarcelado por una mentira, fue exaltado para interpretar los misterios del Cielo; olvidado por los hombres, pero recordado por Elohim, fue instrumento de reconciliación y perdón.

Cuando sus hermanos se postraron ante él sin reconocerlo, los sueños de su juventud se cumplieron, no como símbolo de dominio, sino como revelación de misericordia: lo que los hombres hicieron para mal, el Eterno lo tornó en bien.

Así, en este día de Sukot, al recordar a Iosef, aprendemos que la verdadera alegría no está sólo en construir una cabaña, sino en abrir el corazón a los invitados celestiales, a los necesitados y al llamado de la reconciliación.

Porque el fundamento de la alegría es la pureza del alma que confía, incluso en la oscuridad, sabiendo que cada túnica rasgada puede volverse vestidura de gloria bajo la mano del Altísimo.