La Virgen llegó a Sabinosa, y el alma despertó

Hay fotogramas que no solo se ven, se sienten. Este reportaje no es un simple recuerdo: es un latido convertido en luz, un instante eterno donde Sabinosa abrió sus brazos para recibir a la Virgen de Los Reyes.

El pueblo entero se transformó en arte vivo. Cada calle fue un poema decorado con manos. Nada quedó al azar: la fe se vistió de colores, y la belleza se hizo trabajo compartido. Sabinosa no esperó la Virgen, la soñó, la preparó, la respiró hasta hacer de su visita un acto sublime.

Y entonces sonó la música. Los tocadores de pitos, tambores y chácaras rompieron el silencio con un lenguaje ancestral, un idioma que no necesita palabras para estremecer el alma. Los pitos agudos anunciaban la alegría, los tambores marcaban el pulso del corazón del pueblo, y las chácaras, fuertes como el viento, contaban la historia de quienes somos y de quienes fuimos.

Los bailarines de Sabinosa entraron en escena y, con ellos, la eternidad se hizo movimiento. No bailaron para lucirse, bailaron para honrar, para agradecer, para elevar la tradición hasta el cielo. Cada giro era un homenaje, cada cruce de pies un verso que dialogaba con los volcanes y el mar. Bailaron por los que están y por los que se fueron, por los que un día caminaron estos mismos caminos llevando la fe en los hombros y el amor en la sangre.

Detrás de ellos, los porteadores sostuvieron la emoción hecha peso. Hombres y mujeres cargaron a San Simón, custodio del pueblo, y a la Virgen de los Reyes. En sus hombros viajó la historia entera de una isla que camina unida cada cuatro años para reencontrarse con su raíz.

Ese día no faltaron palabras elevadas al cielo. Las loas sonaron como plegarias vestidas de poesía, como canciones que se alzan desde la tierra para rozar la eternidad. Y en medio de tanta emoción, Sabinosa dejó un regalo para el futuro: la escultura de Rubén Armiche. Es un tributo a los bailarines que aún giran bajo el sol o en la noche y a aquellos que ya no están, pero que siguen bailando en la memoria colectiva, en cada paso repetido, en cada chácara que golpea el aire como un latido antiguo.

Que cada visualización de este video sea más que un recuerdo: sea una llama que encienda la devoción, el orgullo y la belleza de una tradición que nos trasciende. Porque cuando la Virgen visita, no pasa: se queda. Se queda en los muros decorados, en las loas, en la escultura, en el eco de los pitos y tambores, en los pies que bailan y en las manos que trabajan. Se queda en Sabinosa, y en todos los corazones que laten al compás de La Virgen de Los Reyes

Si te gustó el vídeo, deja tu like, haz algún comentario y no olvides suscribirte a este canal.
¡Activa también las notificaciones!
Gracias por ver el vídeo y suscribirte al canal 🙂
Abrazos!
También puedes seguirnos en Facebook:
  / sabinosaunsentimiento