Arte Comunitario Timotense

1.- LA FRONTERA
Ni cuento porque da pena
lo que pasé en el fortín,
hambre, miseria, injusticias,
y matar pa’ no morir.
Meses y meses peliando
y no veíamos un real,
de qué sirve allí el dinero
si no había en qué gastar.
Si habremos bolea’o ñanduces
por aquel triste desierto,
si habremos matado hermanos
en la furia de ese infierno.
Fue toda sangre Argentina
que salpicó mi bandera,
fue la patria silenciosa
testigo de nuestras penas.
Pero ese pedazo de patria
donde tantas almas morían,
políticos y sargentos
ahí mismo la repartían.
Y aquellos mismos señores
que parecían caranchos,
en los pueblos se quedaban
con la tierra de los gauchos.
BRUNO RODRIGUEZ

2.- LOS BLANCOS DE VILLEGAS
Tenía el Coronel Villegas, un sueño blanco,
merodeando por las noches hasta arrancarle amaneceres.

Era tener su tropilla de tordillos el deseo,
de este duro coronel de la frontera.
Ya estaba el sol fundido en el cielo de la Pampa,
sólo el blanco le faltaba a su bandera.

Deshojándole leguas a la Pampa,
desafiándola entre chuzas y entreveros,
fue juntando uno a uno sus caballos,
fue tejiendo en cicatrices sus desvelos.

Y ahí están!, son 600 tordillos su tropilla
crines blancas de esperanza que flamean,
al compás del viento pampa en la llanura
entre algarrobos, piquillín y cortaderas.

Tienen esos potros en sus ojos la bravura,
y en los cascos resuena su hidalguía
brota en su claro pelaje la pureza
de un inmensa pampa virgen todavía.

No hay en la tierra potros más potros que estos caballos blancos!
no hay en la Pampa toro más Toro que el coronel Villegas!
BRUNO RODRIGUEZ

3.- FORTIN TIMOTE
Centinela memoria del desierto,
tu rústico mangrullo y tu frontera
sombras de pie durmiendo en la pradera
con polvo del olvido se han cubierto.

Sobre las rastrilladas se han abierto
por tu soberbia soledad guerrera
una imagen de ajada charretera
y un ojo azul de páramo despierto.

El Remington, la espada y la moharra
cabalgando una línea de fortines
nos muestran tu silueta de chatarra.

Ya no hieren el alba tus clarines
ni resuena un galope de guitarra
de tu ayer vigilando los confines
JOSE A. GAILLARDOU