Blancanieves fue una historia de celos, crueldad y castigo.

Mucho antes de ser un cuento sobre amor y magia, Blancanieves fue una historia de celos, crueldad y castigo.
Su primera versión escrita aparece en 1812, en la colección de cuentos de los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, aunque sus raíces son mucho más antiguas: nacieron de las leyendas orales europeas del medievo, donde la belleza podía ser tan peligrosa como una maldición.

En esta versión original, la malvada madrastra no busca solo eliminar a su hijastra… busca devorarla.
Ordena a un cazador llevar a la niña al bosque y arrancarle el corazón, para luego comérselo creyendo que así absorberá su belleza y su poder.
Pero el cazador, incapaz de hacerlo, engaña a la reina y le entrega el corazón de un jabalí.
Ella lo cocina y lo come, convencida de haber triunfado.

Mientras tanto, Blancanieves encuentra refugio en una cabaña de siete enanitos, que no son los simpáticos trabajadores que Disney mostró, sino seres solitarios y misteriosos, guardianes de una naturaleza salvaje y ambigua.
Pero la reina no tarda en descubrir que su presa sigue viva, y regresa tres veces para matarla:
primero la asfixia con un corsé apretado, luego le clava una peineta envenenada, y por último, le ofrece la famosa manzana bañada en veneno.
Esta vez, la muerte parece definitiva.

Los enanitos, sin poder despedirse de su belleza incorrupta, colocan su cuerpo en un ataúd de cristal.
Meses, tal vez años después, un príncipe la encuentra y se enamora no de su alma, sino de su cuerpo inmóvil.
En la versión original, no hay beso de amor verdadero.
El príncipe ordena trasladar el ataúd a su castillo, y durante el trayecto, un golpe expulsa el trozo de manzana de su garganta.
Solo entonces, Blancanieves despierta… confundida, sin entender cómo volvió a la vida.

El cuento culmina con una de las escenas más crueles de la literatura infantil antigua.
La madrastra, al descubrir que Blancanieves sigue viva y está por casarse, asiste a la boda.
Allí, el príncipe manda traer zapatos de hierro al rojo vivo, y frente a todos los invitados, obliga a la reina a calzarlos y bailar hasta morir.
La justicia de los Grimm no conocía piedad.

Décadas más tarde, Disney (1937) suavizó la historia: eliminó el canibalismo, los intentos de asesinato y el castigo, transformando una historia de celos y muerte en un cuento sobre amor, esperanza y redención.
Pero bajo esa versión inocente sigue escondido un mensaje más antiguo y terrible:
que la belleza, en una sociedad dominada por la vanidad, podía ser motivo de condena.

Blancanieves no fue escrita para dormir a los niños, sino para recordar a los adultos el precio de la envidia.
Y aunque el espejo ahora solo repita frases bonitas,
en su reflejo aún puede verse la sombra de la reina bailando sobre fuego.