Cuando DESCUBRIÓ que lo Había Visto Salir del Registro Civil con su AMANTE Entró en PÁNICO

Mi esposo, Jason Miller, sostuvo el certificado de matrimonio en la mano y, sonriente, llevó de regreso a su primer amor, Emily, a la casa que antes había sido nuestro hogar. Pero cuando metió la llave en la cerradura, se quedó paralizado, confundido. La cerradura había sido cambiada. La puerta se abrió y apareció un hombre educado, desconocido, que preguntó: “¿Vienen a ver la casa? Se puso en venta ayer”. Jason se quedó ahí, aturdido como si le hubiera caído un rayo, y me llamó gritando de furia. Yo respondí con calma: “La casa es mía. Tú y yo nunca estuvimos casados. ¿Qué haces regresando aquí?”. El aire de inicios de verano, al atardecer, venía espeso y húmedo, mezclado con el olor de tierra recién removida. Jason estaba afuera de la casa, tomando la mano de Emily, con una felicidad en la cara que yo no le había visto en años, brillante y pura, como la de un niño recuperando su dulce favorito. Sacó la llave y la metió en la cerradura, pero no giraba. Lo intentó otra vez, con más fuerza, y la cerradura se resistió con un chirrido metálico áspero, de esos que erizan la piel.

Su sonrisa se tensó, el entrecejo se le frunció. “Qué raro. ¿Se dañó la cerradura?”. Emily, a su lado, habló suave, con el nivel exacto de preocupación para verse tierna y considerada. Jason, terco, giró la llave varias veces más y al final perdió la paciencia y le dio una patada fuerte a la puerta. La madera pesada soltó un golpe sordo que retumbó por toda la casa, lo bastante fuerte como para despertar a alguien adentro. La puerta se abrió, pero no era yo. Era un hombre con camisa blanca impecable, con un gafete y esa sonrisa profesional de atención al cliente. “Hola”, dijo con cortesía. “¿Vienen a ver la casa? Se publicó ayer. La distribución es muy práctica y tiene excelente luz natural”. Era un agente inmobiliario. La mente de Jason se quedó en blanco, zumbando como si le hubieran dado un martillazo. Se quedó inmóvil, mirando por encima del hombro del agente hacia la sala, donde varios extraños con cubrezapatos caminaban