El perro mexicano del más allá que hizo llorar al mundo

Cuando los extranjeros escuchan por primera vez la historia del Xoloitzcuintle, sus rostros cambian. Algunos no pueden contener las lágrimas, otros se quedan en silencio… como si por un instante entendieran que en México, la muerte no es oscuridad, sino un puente de luz. Descubren que este perro sagrado no solo era un guardián del inframundo, sino un símbolo de amor eterno, una promesa de que ningún alma se pierde en el camino.

Muchos viajeros confiesan que nunca habían sentido algo igual. Dicen que al ver un altar con un xolo tallado en barro o pintado en una ofrenda, sienten una presencia distinta... como si el animal aún caminara entre nosotros, guiando no solo a las almas, sino también a los vivos. Para ellos, el xoloitzcuintle se convierte en una enseñanza: que la fe, el recuerdo y el amor pueden vencer incluso a la muerte.

Así es como México enseña al mundo algo que pocos países se atreven a creer:
que la muerte no es el final... sino el reencuentro.

Y mientras existan flores de cempasúchil,
mientras una vela siga encendida,
y mientras haya un Xoloitzcuintle acompañando el camino,
ningún alma mexicana caminará sola.

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Porque en México...
el amor nunca muere. 💛

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