Hacendado que MARCABA ANCIANOS con Hierro Candente, Hasta que la VENGANZA de Pancho Villa Llegó

En las tierras áridas de Chihuahua, durante los años más sangrientos de la Revolución Mexicana, existían haciendas donde la crueldad tomaba formas inimaginables. Esta es la historia de don Alastrão Zerof, un hacendado que desarrolló el ritual más despiadado del norte mexicano: marcar con hierro candente a los trabajadores ancianos que ya no podían rendir como antes.
La leyenda cuenta que cuando un peón envejecía en la hacienda El Mirador, el hacendado convocaba a toda la peonada para presenciar una ceremonia de humillación. Con un hierro al rojo vivo, marcaba el antebrazo del anciano con su inicial, declarándolo oficialmente "inútil" para el trabajo. Esta marca no era solo una cicatriz física, sino una sentencia de muerte social que condenaba al trabajador y su familia a la miseria.
El relato se centra en Jozias, un peón de setenta años que había dedicado sesenta años de su vida a trabajar esa tierra ingrata. Cuando sus fuerzas flaquearon durante la cosecha de 1915, don Alastrão no dudó en someterlo al ritual más degradante: marcarlo como ganado viejo ante los ojos de sus hijos y nietos.
Pero la historia de la Revolución Mexicana está llena de hombres que no conocían el miedo. Liminha, el nieto del anciano humillado, emprendió una travesía desesperada por el desierto chihuahuense buscando al único hombre capaz de hacer justicia contra los poderosos: Francisco Villa, el Centauro del Norte.
Este relato histórico nos transporta a la época dorada del villismo, cuando los dorados cabalgaban por las sierras de Chihuahua impartiendo su propia forma de justicia. Villa, conocido por su odio visceral hacia los hacendados abusivos, escuchó la historia del hierro candente con una frialdad que prometía tormenta.
La tradición oral del norte mexicano ha preservado esta leyenda como un ejemplo de la justicia revolucionaria. Se cuenta que Villa no buscaba simplemente venganza, sino impartir una lección que se recordaría por generaciones. Su método para castigar la crueldad del hacendado fue tan ingenioso como despiadado, convirtiendo los símbolos de poder del opresor en instrumentos de su propia humillación.
La historia mexicana del período revolucionario está plagada de relatos donde la dignidad del trabajador se defendía con sangre y honor. Este cuento popular del desierto chihuahuense muestra cómo un joven valiente logró que la injusticia cometida contra su abuelo llegara a oídos del revolucionario más temido y respetado del norte.
Los corridos mexicanos han inmortalizado episodios similares, donde hacendados crueles recibían el castigo que merecían por sus abusos contra los peones. Esta narración rescata esa tradición oral, llevándonos por una cabalgata de venganza que cambió para siempre las reglas del juego entre ricos y pobres en territorio mexicano.
Una historia de honor, justicia revolucionaria y la eterna lucha entre opresores y oprimidos en el México de principios del siglo XX. Un relato que muestra por qué el nombre de Pancho Villa sigue siendo sinónimo de justicia para los desposeídos del norte mexicano.