Salmo 24 para hoy domingo

El יּוֹם רִאשׁוֹן (Yom Rishón) “día primero” [domingo], no es solo el inicio cronológico de la semana, sino el terreno operativo de la cualidad de חֶסֶד (Hesed) “Bondad/Amor Leal”: una energía de apertura total y generosidad expansiva. Esto se debe a que fue el día de la creación de la Luz, la primera emanación que se dio sin que hubiera receptores que la merecieran.
Esta asociación litúrgica no es moderna ni arbitraria. Su fija-ción canónica se remonta a la liturgia de los Levitas en el Se-gundo Templo (periodo entre 516 a.C. y 70 d.C.) y quedó codificada textualmente hacia el año 200 d.C. en la מִשְׁנָה (Mishnah) “Repetición/Estudio”, específicamente en el tratado Tamid 7:4. Allí se establece el שִׁיר שֶׁל יוֹם (Shir Shel Yom) “Canto del día” específico para cada jornada.
Para el domingo, la tradición prescribió el תְּהִלִּים (Tehilím) “alabanzas” capitulo כ״ד [Salmos 24].
Este texto recuerda la amplitud cósmica con un verso que, di-cho en voz alta, ensancha la respiración y la consciencia: לַיהוָה הָאָרֶץ וּמְלוֹאָהּ
(La-Adonái ha-aretz u-melo’áh)
“de YHWH es la tierra y su plenitud” תְּהִלִּים (Tehilím) “alaban-zas” כ״ד:א׳ [Salmos 24:1].
Filológicamente, el término מְלוֹאָהּ (Melo’áh) “su plenitud” proviene de la raíz que significa “llenar”. Esto nos conecta con la idea de que el mundo no es un recipiente vacío, sino un espacio saturado de la Presencia divina.
La קַבָּלָה (Kabbalah) enseña que recitar esto en el primer día alinea nuestra intención con el plano original de la Creación. Para fundamentar por qué el inicio del mundo se basa en esta bondad expansiva (Ḥesed) y no en el juicio estricto, los sabios citan otro pasaje clave de los Salmos que funciona como la “constitución” espiritual del universo:
כִּי־אָמַרְתִּי עוֹלָם חֶסֶד יִבָּנֶה
(Ki-amárti olam ḥesed yibanéh)
“Porque dije: El mundo será construido con bondad [Amor Leal]”. פ״ט:ג׳ [Salmos 89:3].
Este versículo es la explicación técnica de por qué el domingo es Ḥesed: porque para “edificar” (Yibanéh) una realidad desde la nada, el primer movimiento debe ser necesariamente un acto de dar sin restricciones. Al pronunciar el Salmo 24, reconocemos que esa “plenitud” que llena la tierra es, en esencia, ese amor original cristalizado en materia.
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