Catedral de sal de ZIPAQUIRÁ: un viaje a 180 metros de PROFUNIDAD. [EP 107]
Автор: viajando en carro
Загружено: 2025-10-11
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Dicen que hay lugares que uno debe visitar al menos una vez en la vida… por su belleza, por su historia o por lo que nos hacen sentir.
Y este nuevo destino tiene un poco de todo eso.
En este episodio de viajandoencarro partimos desde Nemocón rumbo a Zipaquirá, recorriendo una corta pero inspiradora ruta por el corazón de Cundinamarca. En el camino hacemos una parada en Cogua, un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques, conocido como el pulmón verde de la Sabana de Bogotá. Un sitio donde la naturaleza aún marca el ritmo de los días y donde la tranquilidad se respira en cada esquina.
Desde allí, avanzamos hacia Zipaquirá, una ciudad que guarda en cada piedra una parte fundamental de la historia de Colombia. Su nombre, en lengua muisca, significa “tierra del señor de la sal”, y no podría ser más acertado: de esta tierra brotó la riqueza que dio origen a su desarrollo y a su fama en el mundo.
Pero más allá del mineral, Zipaquirá es también símbolo de esfuerzo, de identidad y de orgullo. No en vano, aquí nació Egan Bernal, campeón del Tour de Francia, reflejo del espíritu luchador de su gente.
Sus calles coloniales, su plaza de los Comuneros y su arquitectura neoclásica invitan a recorrerla sin prisa, a detenerse, a escuchar su historia y a disfrutar el encanto de lo sencillo. Porque viajar no siempre es avanzar: a veces es detenerse para respirar, para agradecer y para disfrutar el simple placer de estar.
Durante nuestra estadía visitamos lugares emblemáticos como la antigua estación del tren, el teatro bicentenario y el seminario diocesano. Cada rincón guarda un pedazo del alma zipaquireña, un testimonio vivo de su pasado y su presente.
Pero nuestro recorrido no termina ahí. Antes de descender al corazón de la montaña, dedicamos una jornada completa al Parque Jaime Duque, ubicado a solo 15 kilómetros de Zipaquirá.
A simple vista parece un parque temático, pero es mucho más que eso: es un lugar creado con propósito, donde la cultura, la educación y la naturaleza se entrelazan. Fundado por don Jaime Duque, un piloto colombiano visionario, este parque nació como un homenaje al país y a los valores humanos.
En su interior hay monumentos inspirados en la historia universal, una réplica del Taj Mahal, un zoológico con especies rescatadas y una profunda reflexión sobre el cuidado del planeta. Durante el tranquilo recorrido en tren, fuimos descubriendo historias, curiosidades y mensajes que invitan a mirar la vida con otros ojos. Es una visita ideal para hacer en familia, especialmente si viajas con niños, aunque si viajas en pareja, puede sentirse menos esencial. En cualquier caso, es un lugar que sorprende por su mensaje y por la pasión con que fue creado.
Y ahora sí, llega el momento más esperado del viaje.
Nos dirigimos hacia el sitio que concentra todas las miradas: la majestuosa Catedral de Sal de Zipaquirá, una joya espiritual y arquitectónica única en el mundo.
Bajo esta montaña se esculpió, con fe y con arte, un santuario que une el trabajo humano con la fuerza de la tierra. Un templo subterráneo que conmueve y asombra a cada visitante.
El recorrido comienza con el Vía Crucis, una galería de 400 metros donde se representan las 14 estaciones de la pasión de Cristo. Pero aquí no hay imágenes tradicionales: son las formas de las cruces y los espacios vacíos los que transmiten el peso del sacrificio y la esperanza de la fe. La iluminación resalta los relieves tallados en sal y transforma el espacio en un viaje interior, profundo y conmovedor.
A medida que se avanza por los túneles, se siente cómo el alma también desciende, encontrando calma y reflexión en medio de la roca viva.
Más allá de su valor religioso, la Catedral de Sal es una verdadera obra de arte. Cada rincón demuestra el talento de los mineros y artistas que convirtieron una mina en un santuario, una herencia que hoy asombra al mundo entero.
Por eso, más que una visita, es una experiencia espiritual, un recordatorio de que la verdadera belleza no siempre está en la superficie: a veces hay que descender al corazón de la tierra para encontrarla.
Nos despedimos de este lugar con el corazón lleno de gratitud. La Catedral de Sal de Zipaquirá es una de esas maravillas que dejan huella, que nos invitan a detenernos, admirar y agradecer.
Y nosotros, que vivimos viajando, damos gracias por esta forma de vida que nos permite tener el tiempo —ese tesoro que no se compra— para descubrir con calma lugares tan únicos como este.
Y así seguimos, con la Parcerita lista, rumbo a nuevos paisajes, nuevas historias y nuevas emociones que compartiremos contigo el próximo domingo.
Porque cada destino nos enseña algo, y cada kilómetro recorrido es una página más de este gran libro que escribimos sobre ruedas.
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