Descubriendo el Encanto Natural e Histórico del Cerro de los Palos en Ciudad Real
Автор: Coral al natural
Загружено: 2025-08-17
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Dos almendros y una cruz
Conocer el lugar del martirio del Beato Narciso Estenaga! ¡Sí! ¡Un sueño querido desde hace tiempo que sin ser pedido ni esperado llega a hacerse realidad gracias a la cofradía de Santa Teresa de Malagón! El viernes había parado en Ciudad Real para ir a la catedral y rezar ante su sepulcro, que se encuentra bajo el altar mayor junto al de su secretario, Don Julio Melgar. Ambos fusilados en el mismo lugar.
Llegamos a ese lugar, Peralvillo, muy cerca de Ciudad Real. Nada más pasar el pueblo viniendo desde Malagón, hay que tomar un camino que baja hacia un piélago que sirve de lugar de paseo y pesca, pero también de oración. Cuando llego junto a los dos cofrades que me llevan a Ciudad Real y a un joven amigo estudiante en Madrid que ha querido acompañarme este fin de semana a tierras de La Mancha, vemos a un hombre pescando en el piélago. Al volver al coche unos ciclistas pasan cerca de nosotros. En medio queda un momento de oración íntimo, intenso y trascendente.
Llego con emoción hasta el monumento. Una gran cruz de piedra con el escudo de la Acción Católica recuerda el lugar de martirio del obispo Don Narciso. A los pies de esa cruz en una gran losa blanca que sufre el paso de los años se puede leer lo siguiente: “La Acción Católica a la perpetua memoria del glorioso mártir Exmo. Sr. Frey Narciso de Estenaga obispo prior de las órdenes militares que en este lugar vertió su sangre para la redención de La Mancha el 22 de agosto de 1936. R. I. P.”.
Piedras, hierbas, algún matorral, y de repente a mi izquierda y muy cerca de la cruz descubro dos almendros. ¡No es casualidad! ¡Dos pequeños almendros acompañan la cruz de piedra! ¡Todo cobra sentido!
La verdad hace totalmente libre a Don Narciso Estenaga. No tiene miedo. Vive en la verdad y para la verdad. Por eso muere como mártir de Cristo, sin dudar que todo es obra de ese Dios que un día lo aleja de su ciudad natal, Logroño, y lo trae hasta tierras de La Mancha, donde termina sus días dando gloria a Dios de este modo tan sublime como es el martirio, la entrega total de su persona hasta llegar a dar la vida. ¡Se deja matar por defender esa verdad que le abre las puertas del cielo! ¡Verdad! ¡Libertad! ¡Cielo! Todo ello unido es lo que remueve el corazón orante.
Es todo muy distinto a aquel 22 de agosto de 1936. La sangre del beato Narciso discurre entre esas piedras camino del piélago mientras fecunda una tierra donde ahora podemos ver dos almendros que pronto darán sus primeros frutos. El obispo mártir de Ciudad Real riega esta tierra con su sangre, y justo 85 años después algo nuevo ha brotado. ¡Hay vida después de la muerte! La sangre de un riojano nacido a la vera del río Ebro termina junto a un piélago de La Mancha.
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