El Dios que oye | Éxodo cap. 2 | José de Segovia Barrón.

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Éxodo es el segundo libro escrito por Moisés como parte del Pentateuco, que es el nombre dado a los primeros cinco libros de la Biblia. Génesis, el primer libro del Pentateuco escrito por Moisés, termina con el traslado del patriarca Jacob y su familia a la tierra de Egipto y con la muerte de su hijo José. Fue por medio de la intervención de José durante un tiempo de hambruna que este traslado se llevó a cabo.
El libro del Éxodo continúa la historia de los descendientes de Jacob a partir de donde termina el libro del Génesis. Ahora a los descendientes de Jacob ya se les llama israelitas. En los primeros versículos del Éxodo, se menciona nuevamente a los hijos de Jacob. Luego siguen las palabras: “Murieron José, todos sus hermanos y toda aquella generación. Pero los hijos de Israel fructificaron y se multiplicaron, llegaron a ser numerosos y fuertes en extremo, y se llenó de ellos la tierra” (Éxodo 1:6, 7). Mientras estos versículos, establecen un puente entre los dos primeros libros de la Biblia, al mismo tiempo cubren un espacio de tiempo de varios centenares de años y nos presentan una situación completamente nueva en la historia de la salvación del pueblo de Dios. El Éxodo presenta los acontecimientos importantes que siguen a la larga estadía de los israelitas en Egipto, una permanencia que en total duró 430 años, como nos lo dice Éxodo 12:40.

Hay muchos cristianos que se sienten a menudo desorientados cuando leen el Antiguo Testamento. ¿Qué hacemos con estas tres cuartas partes de la Biblia? Es como si de alguna manera tuvieran menos que ver con nuestras vidas, que el Nuevo Testamento. Su contexto nos parece demasiado lejano. Su literatura parece tan diferente a la que conocemos hoy. Porque la verdad es que no hay mucha gente que lea leyes, códigos, oráculos contra naciones extranjeras, o poesía sin rima…
Es cierto que nos gustan algunas de sus historias. Nos identificamos con sus personajes, tentaciones y conflictos. Participamos de la misma realidad de pecado y obediencia, éxito y fracaso… Pero ¿es esto lo que quieren decir estas historias? ¡Todo parece tan subliminal! Después de todo, si somos cristianos, ¿no es el Nuevo Testamento, el que nos habla principalmente de Jesucristo, como nuestro Salvador?
La Biblia, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, presentan una sola revelación de Dios, centrada en Cristo. Cuando estudiamos los diferentes géneros, estilos y enseñanzas de cada libro, vemos que anuncian y señalan a Cristo. El carácter cristo-céntrico de la Biblia puede parecer “oculto en el Antiguo Testamento”, como decía Agustín, pero es “revelado” en el Nuevo. Ver la relación entre Antiguo y Nuevo Testamento es clave para comprender la Biblia.
El Antiguo Testamento nos revela a Jesús. El Dios de Israel es el Dios encarnado en Jesús: “El mismo, ayer, y hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8). La Biblia de Jesús es el Antiguo Testamento. Los apóstoles se refieren continuamente a él. Ya que el Antiguo Testamento no es sólo para Israel. ¡Es para nosotros! Nos enseña acerca de Dios y su propósito en la Historia, pero también sobre nuestra propia vida

Sermones predicados en la Iglesia Reformada de Madrid, donde Nuestro Pastor - Teólogo, José de Segovia Barrón, nos enseña a partir de la palabra de Dios.
Creemos que el propósito principal de la Iglesia es la predicación del Evangelio. Por eso todas nuestras actividades tienen a Cristo como centro y la Biblia como medio.
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