Más Radadas

A veces se habla de redadas como si fueran simples operativos, números o estadísticas. Pero detrás de cada puerta que toca la migra hay una historia, una familia, un trabajador que solo salió a buscar un futuro mejor. Hay niños que despiertan sin entender por qué su papá ya no está, hay madres que se llenan de miedo cada vez que alguien toca la puerta, hay trabajadores que salen cada mañana sin saber si volverán a casa.

Las ciudades más señaladas —Nueva York, Chicago, Los Ángeles, Phoenix, Atlanta, Miami, Houston, Dallas y muchas más— no son solo puntos en un mapa: son lugares donde miles de corazones laten con esperanza, donde la comunidad inmigrante sostiene economías enteras y levanta trabajos que muchos otros no quieren hacer.

Y aun así, viven bajo la sombra constante de un sistema que los mira como números, no como personas. Se dice que las redadas son “cumplimiento de la ley”, pero pocas veces se habla del costo emocional, del miedo que paraliza barrios enteros, del silencio que se instala en escuelas, iglesias y trabajos.

Pero a pesar de todo, nuestra gente sigue. Sigue luchando, sigue trabajando, sigue mandando fuerzas a su familia en México, Centroamérica y en todo el mundo. Sigue resistiendo porque la necesidad pesa, pero también porque la esperanza empuja. Y aunque el camino esté lleno de incertidumbre, nuestra comunidad tiene algo que no se puede detener con redadas ni con políticas: un espíritu que no se quiebra.

Mientras haya alguien dispuesto a cruzar fronteras por amor, por hambre o por sueños, las redadas podrán causar miedo, pero nunca podrán apagar la valentía de un pueblo que construye un futuro aun cuando el presente le da la espalda.