“Mi tarjeta tenía un cargo de $10,000, mi hermana y mis padres me ignoraron. Así que yo…”

“Mi tarjeta tenía un cargo de $10,000, mi hermana y mis padres me ignoraron. Así que yo…”Me llamo Linda y quiero contarles una historia que le pasó a mi amiga Alice. Le puse a esta historia el nombre: Después de un viaje familiar, encontré un cargo de $10,000 en mi tarjeta.
Mi hermana me dijo: “Relájate, son gastos de familia”.
Mis papás la apoyaron. Yo no discutí, pero tranquilamente preparé una sorpresa para mi hermana que le costó $60,000.
Bueno, vamos allá. Me llamo Alice, tengo 28 años y trabajo como gerente de marketing en una empresa de tecnología aquí en Chicago. La verdad, he tenido suerte con mi carrera: me pagan bien, las prestaciones son buenas y, sinceramente, disfruto mi trabajo la mayor parte del tiempo. Mi familia es bastante típica, creo yo.
Está mi mamá, Janet, tiene 53 años y trabaja medio tiempo en una librería local. Siempre ha sido la mediadora de la familia, la que intenta mantener a todos contentos. Mi papá, Robert, tiene 55 años y administra una ferretería pequeña en el centro. Es práctico, directo y tiene esa manera de cortar cualquier drama con puro sentido común. Luego está mi hermana menor, Grace. Tiene 25, tres años menos que yo. Digamos que le ha costado más trabajo encontrar su camino.
Grace ha batallado con el trabajo durante el último año. Se graduó en comunicación, pero no ha podido conseguir nada estable. Ha tenido varios empleos temporales, algunos en tiendas y hasta intentó escribir como freelance un tiempo, pero nada funcionó. Ha sido difícil verla rebotar de un lado a otro, sobre todo porque siempre fue la creativa de la familia.
Cuando éramos niñas, a ella le encantaba el arte, el teatro, la música, todo eso. Yo era la práctica: estudié negocios y me fui directo al mundo corporativo. Mis papás llevan casi 30 años casados. Su aniversario venía en un mes y Grace y yo habíamos estado hablando de hacer algo especial para ellos.
“Hay que hacer algo realmente inolvidable esta vez”, dijo Grace cuando nos vimos a tomar café el mes pasado. Se veía cansada, como siempre últimamente. Su último trabajo, de asistente de marketing, apenas duró tres meses.
“¿Qué tienes en mente?”, le pregunté mientras revolvía mi latte.
“No sé… tal vez un viaje. Casi nunca han viajado, salvo aquella vacación a Florida cuando éramos niñas.”
Eso me puso a pensar. Mamá siempre decía que quería conocer Hawái. Lo mencionaba cada vez que salía un programa de viajes en la tele, siempre decía que se veía hermoso. Papá ponía los ojos en blanco, pero yo podía notar que a él también le llamaba la atención.
“Hawái”, dije. “Mamá siempre ha querido ir allá”.