¿Tienes la herida de la niña rechazada?

Para todas las mujeres que un día se sintieron “demasiado”:

Hay un dolor silencioso que muchas mujeres cargamos desde niñas:
el de creer que nuestra esencia era un problema.

Nos enseñaron a bajar la voz, a bajar la intensidad, a bajar los sueños…
hasta aprender a bajarnos a nosotras mismas.

Porque cuando llorabas, te decían “estás exagerando”.
Cuando te emocionabas, “no hagas tanto alboroto”.
Cuando preguntabas, “no seas conflictiva”.
Cuando brillabas, “no seas presumida”.

Sin darnos cuenta, aprendimos a encoger el alma para no incomodar al mundo.
A desaparecer pedacitos de nosotras para ser “más amables”, “más correctas”, “más fáciles de amar”.

Y así, lo que era autenticidad se convirtió en vergüenza.
Lo que era sensibilidad se convirtió en carga.
Lo que era luz se convirtió en silencio.

Pero el verdadero error nunca fuiste tú.
Fue el sistema: familias, escuelas, parejas, culturas enteras que no sabían sostener la intensidad de una mujer completa.

Ese ambiente sembró una herida profunda:
la creencia de que necesitabas cambiar para merecer amor.
Una herida que se manifiesta hoy como perfeccionismo, autocensura, miedo al juicio, necesidad de aprobación, incomodidad con tu propia voz.

Pero hoy ya no eres aquella niña limitada por un entorno pequeño.
Hoy eres una mujer con conciencia, fuerza y memoria.
Y eso significa algo poderoso: puedes elegir regresar a tu esencia.

Puedes recuperar tu voz fuerte.
Tu entusiasmo genuino.
Tu sensibilidad hermosa.
Tu pensamiento crítico.
Tu presencia completa.

Sanar no es borrar lo vivido.
Sanar es reconocer que sobreviviste moldeándote…
pero que hoy ya no necesitas seguir haciéndolo.

Es mirar a esa niña interna y decirle:
“Siempre fuiste suficiente. Siempre fuiste valiosa.
Y ahora, por fin, estás a salvo conmigo.”

Si alguna vez te escondiste para ser amada…
Hoy es el día de hacer espacio para ti, para volver a casa, para florecer sin pedir permiso.

Porque tú no eras “demasiado”.
Eras exactamente lo que el mundo necesitaba aprender a respetar.

Con cariño,

Loretta Valle.

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