🔴 Los minutos del Odio - 37 semana de 2025

En el entramado actual de mutaciones aceleradas, la urgencia consiste en desplegar un horizonte metodológico que no clausure las diferencias, sino que las module dentro de un marco de convergencia transitoria. La dinámica social exige un andamiaje flexible capaz de absorber la proliferación de microeventos y reordenarlos en una gramática que, sin borrar su singularidad, los articule hacia una proyección compartida.

El debate, lejos de agotarse en dualidades gastadas entre lo estructural y lo contingente, encuentra su vitalidad en la franja donde ambos vectores se interpenetran. Es allí donde se fraguan las prácticas emergentes, cuando lo provisional adquiere la fuerza de lo instituido y la norma se resignifica al calor de la experimentación constante.

La gobernanza, en este registro, no se reduce a un dispositivo de control, sino que opera como un campo resonante donde lo material y lo simbólico se entretejen. No se trata de silenciar las tensiones, sino de permitir que su fricción habilite nuevas constelaciones de sentido, legitimadas por la pluralidad de voces que las producen.

El reto consiste, entonces, en sostener una praxis dúctil, capaz de convivir con el desequilibrio y al mismo tiempo proyectar un vector de continuidad. Lo glocal emerge como categoría operativa, no para unificar lo heterogéneo, sino para traducir su discontinuidad en estrategia.

De este modo, la planificación deviene un tejido en expansión, rizomático y reverberante, donde cada gesto parcial modifica la arquitectura del conjunto. Lo esencial no es clausurar la incertidumbre, sino reconocer en ella la garantía de una permanencia dinámica: una gobernanza de plasticidad perpetua, que hace de lo indeterminado la matriz misma de su vigencia.