Antifonario mozárabe de Silos (Cantus lamentationum)
Автор: sh4m69
Загружено: 2016-03-20
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Solista: Cantor de Silos
Antifonario mozárabe de Silos (Cantus lamentationum)
0:00-4:40 Lección I de Jueves Santo
4:41-8:41 Lección II de Jueves Santo
8:42-12:34 Lección I de Viernes Santo
12:35-17:53 Lección I de Sábado Santo
17:54-23:03 Oración de Jeremías
Lección I de Jueves Santo
Comienza Lamentación del profeta Jeremías.
ALEF. Ay, qué solitaria quedó Jerusalén, la ciudad tan poblada. Como una viuda quedó la grande entre las naciones. La ciudad que dominaba las provincias tiene ahora que pagar impuestos.
BET. Llora durante las noches, las lágrimas corren por sus mejillas. Entre todos sus amantes nadie hay que la consuele. La traicionaron todos sus amigos, ¡y se convirtieron en sus enemigos!
GUÍMEL. El pueblo de Judá ha sido desterrado; sufre atropellos y dura servidumbre. Vive en medio de pueblos extranjeros y no encuentra descanso; sus enemigos lo persiguieron y le dieron alcance.
DÁLET. Los caminos de Sión están de luto, pues nadie va a sus fiestas. Todas sus puertas están destruidas, gimen sus sacerdotes, sus doncellas están llenas de tristeza, ¡Jerusalén está llena de amargura!
HE. Sus adversarios la vencieron y ahora se sienten felices, pues Yavé la castigó por sus muchos pecados; sus niños marcharon al destierro empujados por el enemigo.
Jerusalén, Jerusalén, conviértete al Señor tu Dios.
Lección II de Jueves Santo
VAU. Ha perdido la hija de Sión toda su gloria, sus jefes parecían carneros que no encuentran pasto, iban caminando sin fuerzas delante del que los arreaba.
ZAIN. En sus días de miseria y destierro Jerusalén recuerda cuando caía en manos del enemigo sin que ninguno la socorriera; sus enemigos la miraban y se burlaban de su ruina.
JET. Gravemente pecó Jerusalén y se hizo impura. Los que la alababan, la desprecian, porque la vieron desnuda. Y ella gime y se esconde el rostro.
TET. Su impureza manchaba su vestido, pero no pensaba que tendría este fin. ¡se hundió profundamente! ¡nadie la consuela! ¡mira, oh Yavé, mi dolor, cómo se pone orgulloso el enemigo!
Jerusalén, Jerusalén, conviértete al Señor tu Dios.
Lección I de Viernes Santo
Lamentación del profeta Jeremías.
JET. Yavé resolvió destruir la muralla de la Hija de Sión. Decidió la destrucción y no retiró su mano antes que se cumpliera; quiso acabar con el antemural y la muralla, que juntos se desmoronaron.
TET. Sus puertas se han hundido en tierra, él ha roto sus cerrojos; su rey y sus príncipes están entre extranjeros; ya no hay Ley y tampoco sus profetas consiguen visiones de Yavé.
YOD. Los ancianos de la Hija de Sión, en silencio, están sentados en tierra; se echaron ceniza en la cabeza, se vistieron de saco. Las jóvenes de Jerusalén inclinan hasta el suelo la cabeza.
CAF. Mis ojos se agotan de llorar y arden mis entrañas, mi hígado se derrama por tierra por el desastre de la Hija de mi pueblo, mientras desfallecen niños y lactantes en las plazas de la ciudad.
Jerusalén, Jerusal´`en, conviértete al Señor tu Dios.
Lección I de Sábado Santo
JET. El amor de Yavé no se ha acabado, ni se han agotado sus misericordias;
JET. se renuevan cada mañana. Si, tu fidelidad es grande.
JET. Dice mi alma: "Yavé es mi parte, por eso en él esperaré."
TET. Bueno es Yavé para los que esperan en él, para el almo que lo busca.
TET. Bueno es esperar en silencio la salvación de Yavé.
TET. Bueno es para el hombre soportar el yugo desde su juventud.
YOD. Que se siente solitario y silencioso cuando Dios se lo impone;
YOD. que ponga su boca en el polvo; quizá tenga esperanza,
YOD. que tienda la mejilla al que lo hiere, que se llene de humillaciones.
Jerusalén, Jerusalén, conviértete al Señor tu Dios.
Oración de Jeremías
Comienza la oración del profeta Jeremías.
Yavé, acuérdate de lo que nos ha pasado, mira y ve nuestra humillación.
Nuestra herencia pasó a extranjeros, nuestras casas a extraños.
Somos huérfanos, sin padre; nuestras madres, viudas.
A precio de plata bebemos nuestra agua, nuestra leño nos llega por dinero.
Con el yugo al cuello andamos acosados; estamos agotados, no nos dan respiro.
Tendimos a Egipto nuestra mano, y a Asur, para calmar el hambre.
Nuestros padres, que pecaron, ya no existen, y nosotros cargamos con sus culpas.
Esclavos nos dominan y no hay quien nos libre de su poder.
Con riesgo de la vida trajimos nuestro pan, enfrentando los peligros del desierto.
Nuestra piel abrasa como un horno, por el ardor del hambre.
Violaron a las mujeres en Sión; a las jóvenes en las ciudades de Judá.
Jerusalén, Jerusalén, conviértete al Señor tu Dios.
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