"Mis suegros se mudaron de repente a mi casa y tiraron todas mis cosas por mi cuñada."

"Mis suegros se mudaron de repente a mi casa y tiraron todas mis cosas por mi cuñada."
Mi nombre es Kristen y actualmente trabajo desde casa como ilustradora. Steve y yo hemos estado casados por 15 años. Tenemos un hijo llamado Alex, que está en su segundo año de secundaria. Tiene un lado travieso y, como está entrando a la pubertad, cada día siento que me desgasta un poquito el corazón.Actualmente vivimos con los papás de Steve, una situación que surgió por sugerencia de mis suegros. Steve tiene dos hermanas: una está casada y ya se fue de casa, y la otra no trabaja y casi siempre se encierra en su cuarto. Aceptamos vivir juntos después de que nos pidieran apoyo, pero esta convivencia se ha convertido en una fuente enorme de estrés para mí.
Al principio mis suegros eran amables, pero con el tiempo se volvieron más exigentes. Cuando trabajo desde casa, me critican como si solo estuviera jugando; y cuando hago el quehacer, me dicen que limpie mejor, sin entender mi situación laboral. Cada intento de explicarles es descartado como “pretextos”. Con el tiempo dejé de tratar de convencerlos.
Ya le había contado todo a mi esposo y le pedí que hablara con sus papás más de una o dos veces. Cuando Steve lo hizo, ellos desestimaron mi trabajo diciendo que “seguro ni gano mucho” y que “solo es un jueguito, no trabajo real”. Y él no discutió más.
Pero no estoy jugando. Me he esforzado muchísimo y he conseguido clientes en serio. Cuando nos casamos ganaba $50,000 al año; ahora gano $100,000 y trabajo con varias empresas. Sé que Steve entiende esto, pero sus verdaderos sentimientos siguen siendo inciertos.
Esta situación ha durado 15 años, pero no pienso soportarla para siempre. He estado ahorrando en secreto y estoy cerca de alcanzar mi meta. Cuando lo logre, pienso comprar un departamento de lujo en un edificio alto y empezar una nueva vida ahí con Steve y Alex. Steve está de acuerdo con el plan, y yo me sentía muy ilusionada.
“Steve, ya casi juntamos la cantidad que necesitamos”, le dije a mi esposo, que estaba acostado viendo su celular después de terminar mis labores de casa y del trabajo. Él me miró de reojo y respondió con desgano. Su reacción me desanimó y ya no tuve energía para seguir hablando.