Su respuesta a una simple pregunta sobre una película reveló la doble vida que ocultaba

Mark y Lindsey llevaban siete años casados, construyendo una vida que parecía sólida, predecible y segura. Su rutina era un pacto silencioso de confianza, un refugio donde ambos se sentían a salvo del caos del mundo exterior. Para Mark, la fidelidad no era una opción, sino el pilar fundamental que sostenía su amor, una línea roja que jamás se debía cruzar. Sin embargo, nunca imaginó que una noche de cine en casa, un momento aparentemente trivial, se convertiría en la primera grieta de una fractura que lo cambiaría todo para siempre.

La película que eligieron al azar era un drama sobre una infidelidad. Mientras los créditos pasaban, Mark hizo un comentario casual, casi como una verdad universal: «Jamás podría seguir con alguien que me engañara». Esperaba una respuesta afirmativa, un acuerdo tácito que reafirmara los cimientos de su relación. Pero la respuesta de Lindsey no llegó de inmediato. Un silencio denso y pesado se instaló entre ellos antes de que ella pronunciara unas palabras que resonaron en la mente de Mark como una alarma: «La gente comete errores. A veces un error no lo define todo. Se puede perdonar».

Su tono era tranquilo, casi filosófico, pero para Mark fue como un golpe en el estómago. ¿Por qué defendería una traición con tanta calma? Aquella conversación, que comenzó como un simple debate sobre personajes de ficción, pronto se transformó en un tenso enfrentamiento de principios. Mark defendía la lealtad absoluta, mientras que Lindsey hablaba de madurez, de arrepentimiento y de la capacidad de perdonar las debilidades humanas. Sus argumentos sonaban extrañamente ensayados, como si no fuera la primera vez que reflexionaba sobre ello.

Esa noche, una semilla de duda fue plantada en el corazón de Mark. En los días y semanas siguientes, esa pequeña inquietud comenzó a crecer, alimentada por pequeños detalles que antes habría pasado por alto. Lindsey empezó a llegar más tarde del trabajo, a proteger su teléfono con una ferocidad inusual y a reaccionar con irritabilidad ante las preguntas más inocentes. Cada excusa sobre el estrés laboral o la necesidad de espacio personal sonaba cada vez más hueca. Mark se encontró observando a la mujer que amaba como si fuera una extraña, tratando de descifrar el misterio que se ocultaba detrás de su mirada.

Él no era un hombre celoso ni paranoico, pero la suma de comportamientos extraños lo empujó a un estado de alerta constante. La distancia entre ellos crecía día a día, un abismo silencioso que amenazaba con tragarse todo lo que habían construido juntos. Mark se sentía perdido en su propia casa, atormentado por una pregunta que no se atrevía a formular en voz alta: ¿era posible que la mujer con la que compartía su vida estuviera viviendo una realidad paralela de la que él no formaba parte? La necesidad de descubrir la verdad se volvió una obsesión, sin importar lo dolorosa que pudiera ser. Estaba a punto de tirar del hilo que desvelaría un secreto mucho más oscuro y devastador de lo que jamás podría haber imaginado.
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