Documento del mes (junio 2024): "Sevillanas a la moda: indumentaria femenina en el siglo XVIII".

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Con esta propuesta, centrada en una memoria de prendas y la dote en un matrimonio, el Archivo Histórico Provincial de Sevilla se suma a la Semana Internacional de los Archivos 2024.
Para ello exhibimos una selección de documentos, conservados en los fondos del Archivo Histórico, entre los que figura un inventario de bienes de doña Juana de Rivera, marquesa de Aguilar, de 1710, y una memoria de las prendas, dotes y dineros que doña Inés de Reina llevó al matrimonio que contrajo con don Francisco de Paula Oliveros, de 1784, incluida en la carta de obligación de dote de don Francisco de Paula y su mujer, doña Inés Reina.
Estas dos escriturales notariales permiten a los visitantes de la exposición conocer detalles de la indumentaria de la mujer en la Sevilla del siglo XVIII, como las tendencias de aquel momento en la vestimenta femenina, en las que se puede apreciar las influencias francesas. La moda gala fue arraigando en España y en Sevilla, hacia 1707, la población adinerada y urbana ya vestía con el traje a la francesa.
El vestido femenino más común, en el Siglo de las Luces, estaba compuesto por dos piezas (básicamente, casa y basquiña), que podía conjuntarse de distintas formas. También de una sola pieza o entero: bata o traje a la francesa (usado especialmente para las damas nobles). Las sevillanas vistieron, variando tejidos la calidad de los tejidos, colores y guarniciones, según su estatus social, hongarinas, monillos, cotillas y casacas como parte de arriba, y sayas y basquiñas, confeccionadas a juego con las casacas, en la parte de abajo.
Como guardapiés o tapapiés, y así evitar que los pies quedaran al descubierto, usaban una falda muy larga entendido por aquello entonces como algo pecaminoso y no bien visto. Otro elemento más, el miriñaque o tontillo, empleado para ahuecar la falda. Y como cierre de la vestimenta, los zapatos. Estos fueron usados de tacón hasta finales de siglo, destacando el uso de las grandes y verticales pelucas (pouf), que tuvieron un gran auge en la década de los 70.
La introducción del ‘traje a la polonesa’, en la década de 1770, trajo consigo el acortamiento de las faldas, quedando el calzado y tobillos al descubierto, lo que le otorgó un mayor protagonismo a las medias. Más tarde llegó ‘el vaquero a la inglesa’ y, a finales de la centuria se registró una tendencia hacia la antigüedad clásica, lo que supuso el empleo del vestido camisa, que consistía en un traje suelto, de telas blancas y vaporosas, con talle bajo en el pecho y margas cortas.