“En la carne asada, mi papá me azotó la cabeza en la mesa por hablar antes que mi hermana, y todos

“En la carne asada, mi papá me azotó la cabeza en la mesa por hablar antes que mi hermana, y todos se burlaron.”

Yo nunca quise ir a esa estúpida carne asada familiar. Pero mi hermana Haley insistió en hacerla para celebrar su nuevo ascenso, como si fuera la única persona en el universo que trabajaba. Mi papá actuaba como si se hubiera vuelto presidenta. Mi mamá no paraba de decir que era “nuestro orgullo”. Y cada vez que me veían, pasaban sus ojos sobre mí como si ni siquiera fuera un mueble, solo algo que toleraban que existiera.
Solo fui porque mi hijo, Ethan, me pidió que fuéramos. Tiene siete años y todavía cree que el mundo es más amable de lo que realmente es. Empacó sus carritos de juguete diciendo: “A lo mejor esta vez el abuelo juega conmigo.” No tuve corazón para decirle la verdad.

Cuando llegamos, Haley ya estaba posando para fotos con mi abuela y mi mamá, sosteniendo un coctel sin alcohol como si estuviera en una portada de revista.
Mi mamá me vio y dijo: “No te pongas cerca de ella. Arruinas las fotos.”
Mi papá asintió sin siquiera verme, volteando hamburguesas como si fuera un rey alimentando a sus soldados favoritos.

Mantuve a Ethan cerquita, esperando que no se tropezara con insultos dirigidos hacia mí. Pero Haley lo vio y dijo en voz lo bastante alta para que todos escucharan:
—Wow, miren, llegó el accesorio.
Mi mamá se rió como siempre aplaudiéndole la crueldad.
—Eso es todo lo que es, un peso en el cuello de ella.
Ethan me vio confundido.
—¿Soy pesado, mami?
Se me rompió el corazón.
—No, mi amor. Eres todo mi mundo.
Haley puso los ojos en blanco.
—Ay, ya cálmate. Eres tan dramática. Con razón nadie soporta estar contigo.

Mi papá dio palmas para llamar a todos a la mesa larga bajo el encino. Haley se sentó en la cabecera como si fuera realeza. Mi papá junto a ella. Mi mamá enfrente. Había un solo asiento vacío hasta el extremo, casi ni pegado a la mesa.
—Para ti —dijo mi mamá, señalando la silla más triste que había visto—. Allí, donde no estorbes.
Ethan jaló mi playera.
—¿Puedo sentarme contigo?
Antes de que contestara, Haley se inclinó y dijo:
—No, él va al suelo. Los niños no quitan asientos a los adultos.
Mi papá asintió.
—Así es la regla, a menos que de pronto su hijo sea más importante que sus mayores.
Todos se rieron. Ethan se sentó en el piso abrazando su mochilita. Yo me senté en mi esquina, tratando de mantener la calma por él.

No hablé. Ni respiré fuerte. Sabía lo rápido que podían voltearse contra mí. Pero Haley quería espectáculo. Levantó su vaso y dijo:
—Vamos a compartir de qué estamos orgullosos este año. Yo empiezo. Mi salario ahora es el triple del de ella.
Todos aplaudieron. Mi mamá hasta fingió una lágrima.
—Nuestra hermosa y exitosa hija.
Mi papá me miró como esperando que dijera algo. Abrí la boca con cuidado.
—Yo en realidad… —pero no pude terminar.

El rostro de mi papá se torció como si hubiera insultado a sus antepasados. Golpeó la mesa y se levantó tan rápido que las bebidas temblaron.
—¿Te atreves a hablar antes que tu hermana?
Haley sonrió.
—Ay, papá. Ya se le olvidó su lugar otra vez.