El jardín de los frailes – Manuel Azaña (Audiolibro)
Автор: Audioclásicos 2.0
Загружено: 2023-07-25
Просмотров: 2217
Audiolibro narrado por Jesús Polvorinos. ¡Suscríbete para más contenido!
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Dedicada a su íntimo amigo y futuro cuñado, el también escritor y dramaturgo Cipriano Rivas Cherif, la novela fue publicada en volumen en 1927, pero buena parte de su contenido –los doce primeros capítulos de un total de diecinueve– había sido avanzado por una edición seriada (1921-1922) de la revista La Pluma, fundada y codirigida por Azaña y el propio Rivas Cherif. Poco antes de que apareciera la edición definitiva, el también antiguo director del semanario España, cabecera en la que sucedió a su fundador Ortega y a Luis Araquistáin, había ganado notoriedad gracias al Premio Nacional de Literatura por Vida de don Juan Valera (1926), aunque la obra quedaría inédita. En esos años, los de la dictadura de Primo, Azaña buscaba refugio en la literatura a la vez que reconducía su militancia a la acción republicana, sin sospechar todavía que acabaría desempeñando un papel de primer orden en la vida política nacional...se hace difícil no leer El jardín de los frailes a la luz de esa resonancia posterior, pero la obra –entre la novela de formación y la novela pedagógica– se vincula a una tradición que entronca con los predecesores del 98 y funciona como novela al margen de su condición de testimonio.
En palabras de Azaña, su libro refiere el "primer encuentro de un mozo con lo grave y lo serio de la vida", aunque se diría que el innominado protagonista no ha conocido nunca la ligereza. Un cuarto de siglo después, el narrador evoca sus estudios de Derecho con los agustinos de El Escorial, sumando al relato de las peripecias del joven –o del niño en la casa familiar, marcado por la presencia de la muerte y su precoz afición a la lectura– las impresiones del ensayista maduro, reflejo de un ideario regeneracionista en tránsito hacia posiciones radicales. La cuestión religiosa, la social y la nacional –Azaña acabó la licenciatura en el año del Desastre– se sobreponen en la denuncia de una educación disciplinaria y anclada en el pasado, incapaz de proyectar los estímulos necesarios. Los rigores del "aula hostil" y la "pesadumbre del encierro" tiñen la narración de tonos lóbregos, una atmósfera asfixiante que se opone a las delicias naturales del ameno jardín del título. Pese a su estilo grandilocuente, que combina la sintaxis impecable con resabios de prosista decimonónico –con razón se ha dicho que los diarios de Azaña, donde la afectación es menos acusada, contienen lo mejor de su escritura–, la narración ofrece un lúcido diagnóstico, más sugerido que expreso, y no pocos pasajes emocionantes. Los "albores de la vida moral" se presentan como la prehistoria del hombre que nace tras rebelarse contra el mundo oscuro. Cuando el antiguo alumno vuelve a El Escorial y un fraile le pregunta por sus recuerdos, aquel le responde: "Me queda un sabor de ceniza".
IGNACIO F. GARMENDIA (23 Mayo, 2021. Diario de Sevilla)
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