1939 05 30 I Concentración Sección Femenina ante Franco
Автор: La España de Franco, el Caudillo.
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30 de mayo de 1939.
Concentración de la Sección Femenina de la Falange.
Las baterías del histórico Castillo de la Mota, con 21 cañonazos, señalan la llegada del Generalísimo, que hace su entrada en el campo, precedido de la caballería mora.
Con el Caudillo, en el automóvil, llegan el ministro de Agricultura y secretario general de Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S., camarada Raimundo Fernández Cuesta, y Pilar Primo de Rivera, Delegada Nacional.
Terminada la misa, se adelantaron las dieciséis banderas que van a ser entregadas a las representaciones del Ejército. Las portaban las jefes provinciales designadas por cada región, y a su lado el coronel o jefe de Cuerpo que había de hacerse cargo de ella. Preside esta ceremonia el general Millán Astray, quien saluda a las fuerzas y a los presentes.
A continuación, el Generalísimo impone las cruces laureadas colectivas, las Medallas militares individuales y colectivas y las medallas de oro y de plata individuales a las camaradas de la Sección Femenina que por su heroico comportamiento o por sus actos de abnegación se han hecho acreedoras a la distinción. Las señoritas, que vuelven a sus puestos orgullosas del honor que acaban de merecer.
El Generalísimo impuso la «Y» de oro, la más alta condecoración del Movimiento para nuestras camaradas femeninas, a la Delegada Nacional de la Sección Femenina, Pilar Primo de Rivera.
La Delegada Nacional, Pilar Primo de Rivera, pronuncia un discurso que empieza con estas palabras: Para empezar quiero decir las mismas palabras con que acaba el Evangelio de San Lucas en el día de Navidad: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».
Seguidamente, habla el Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos, Francisco Franco Bahamonde.
Terminado el discurso del Jefe del Estado, desfilan las fuerzas que han acudido al acto en representación de los diferentes Cuerpos del Ejército.
Después del desfile de las fuerzas que acudieron en representación de los diferentes Cuerpos de Ejército se procedió al acto de la ofrenda por la Hermandad de la Ciudad y el Campo de las flores y frutos al Caudillo.
La guardia personal del Generalísimo transportaba las cestas con los frutos, los animales y todos los productos de nuestra España, hasta las mismas gradas de la tribuna presidencial, a cuyo pie iban colocando también las muchachas las ofrendas de que eran portadoras. Entre las muchachas destacaban los uniformes de la Hermandad de la Ciudad y el Campo por la policromía de sus vestiduras, y a su vez, por el color de sus pañuelos distinguíanse unas regiones de otras. Algunas llevaban sombreros de paja. El cortejo era numerosísimo, y durante su paso amenizaban cuadros artísticos, interpretando canciones populares de cada región. Una camarada granadina hace la ofrenda de los frutos de España al Generalísimo de los Ejércitos nacionales.
«Ofrenda al Caudillo de los dones de las tierras españolas, ganadas por su espada invencible: »Caudillo de España, a quien el Señor de las Tierras y Cielos nos ha enviado con su divina providencia para regir los destinos de los que, unidos en Falange, queremos levantar a nuestra amada Patria, hasta hacerla ocupar al papel principal y trascendente que la hiciera Grande y Libre en otros tiempos. Nosotras, mujeres españolas, aleccionadas por la voz dolorosa de la guerra, hemos dado fecundo nacimiento a esta gozosa Hermandad de la Ciudad y el Campo, para que el campo antiguo sepa de la renovación de la cultura y para que la ciudad vuelva a sentir en sus pupilas el resplandor de la luz del campo y lo guarde como un tesoro.
«Nosotras, mujeres españolas de la Hermandad de la Ciudad y el Campo, hermanas en Falange, seria y trabajadora, a ti, Generalísimo, victorioso en la guerra, trabajador infatigable en la marcha triunfante de todos los meses del año, Jefe de nuestra Milicia, renovada por obra de tu valiosa potencia, te ofrecemos en este día los dones de la tierra de España que te son debidos.
«Todo ello lo ponemos a los pies de nuestro Jefe Nacional, con el recuerdo de nuestros muertos, a los pies de nuestros combatientes y de nuestros hijos.
«Bendigamos al Señor por haber colocado al frente de nuestros destinos al hombre que ha salvado a España. ¡Arriba España!»
En tanto que los coros de Falange Española Tradicionalista y de las J O N S. interpretan canciones populares, continúan haciendo su ofrenda al Caudillo las regiones de España. Por cada provincia van veinticinco muchachas cargadas con veinticinco objetos o cosas de su tierra. Se está formando un verdadero promontorio de frutos y objetos ofrecidos al pie de la tribuna del Caudillo.
El Caudillo se trasladó a las cinco de la tarde nuevamente al campo del Castillo de la Mota, donde habían tenido lugar la misa y los actos de la mañana. Allí presenció los ejercicios de educación física y las lanzas rítmicas, que fueron muy aplaudidas.
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