El colapso de MGM hunde a Wynn y desata una crisis sin precedentes en el lujo de Las Vegas

Las Vegas está viviendo su verano más extraño en décadas. No hay amenazas terroristas, ni crisis sanitarias, ni restricciones de viaje. Y sin embargo, los hoteles vacían habitaciones, los casinos recortan personal y las calles que antes latían de vida ahora se sienten más silenciosas. El colapso de MGM ha hundido a Wynn y desatado una crisis sin precedentes en el lujo de Las Vegas. La ciudad del exceso, símbolo de prosperidad estadounidense, enfrenta un frenazo que muchos describen como el preludio de una recesión nacional.

El turismo se enfría. Los visitantes caen un 11%, el gasto no relacionado con el juego se reduce entre un 8 y un 12%, y los hoteles que antes se llenaban meses antes ahora ofrecen descuentos discretos. Wynn Resorts, ícono del lujo, carga más de 10.500 millones en deuda y ha visto su beneficio desplomarse un 40%. MGM, más diversificada, perdió un 75% de su beneficio neto en el último trimestre. Lo que antes eran ganancias récord, hoy son márgenes al borde del colapso.

Los turistas se quejan del precio: cafés a nueve dólares, vuelos caros, buffets convertidos en experiencias de lujo. Las Vegas, que fue sinónimo de accesibilidad, se ha transformado en un destino prohibitivo. La inflación, las tasas altas y la pérdida de visitantes internacionales —sobre todo de Asia y Europa— agravan el golpe. Lo que antes era una economía vibrante se ha convertido en un sistema frágil, dependiente de los pocos que aún pueden pagar la exclusividad.

El Strip sigue brillando, pero su luz ya no deslumbra igual. Los bares y restaurantes están vacíos, los trabajadores recortan turnos y los hoteles ajustan plantillas. La deuda crece, el margen se reduce y los proyectos de expansión se posponen. Wynn, que simbolizó la elegancia extrema del desierto, ahora se enfrenta a su prueba más dura: sobrevivir en una era en la que el lujo ya no garantiza estabilidad.

Macao, su otro bastión, tampoco ofrece alivio. Las regulaciones chinas, la caída del turismo VIP y los costos crecientes reducen su rentabilidad. Las apuestas altas ya no bastan para sostener el edificio financiero. Wynn intenta ganar tiempo con recompras de acciones y una apuesta arriesgada por Oriente Medio, pero los inversores saben que el margen de error es mínimo.

Esta contracción no es un hecho aislado: refleja la tensión de toda la economía estadounidense. Los altos costos, el consumo moderado y la pérdida del poder adquisitivo erosionan sectores enteros. Wynn y MGM son solo la cara más visible de un problema estructural: un modelo basado en deuda, gasto y turismo masivo que ya no encaja en el nuevo ciclo económico.

Las Vegas, la ciudad que nunca duerme, empieza a mostrar signos de agotamiento. Su brillo no se apaga de golpe, pero se atenúa con cada trimestre negativo, con cada hotel que reduce personal y con cada turista que decide no volver. El corazón del desierto late más despacio, y la pregunta es inevitable: ¿podrá reinventarse o quedará como el primer aviso del declive estadounidense?

El futuro de Las Vegas —y de su industria del lujo— depende de las decisiones que se tomen hoy: reestructurar deudas, rediseñar estrategias y recuperar el vínculo con la clase media. De lo contrario, el espejo de luces que representó el sueño americano podría convertirse en el reflejo de su agotamiento.

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