Palabras de S.M. el Rey en la entrega de la XLII edición del Premio de Periodismo Francisco Cerecedo
Автор: casarealtv
Загружено: 2025-11-18
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Reconozcamos que hablar después de Fran Sevilla no es tarea fácil. Acabamos de escucharlo: cómo ha explicado su recorrido, su manera de entender la profesión, su compromiso con las personas, que el hecho de tener siempre un billete de vuelta al hogar le hace sentirse privilegiado. Y teniendo en cuenta, además, todo lo que ya se ha dicho de él…, ¡pues me dejáis un señor reto! Pero, allá vamos…
Muy buenas noches a todos, en especial a nuestro premiado, que imaginamos que afronta esta noche con una mezcla de agradecimiento y modestia porque es bien sabido que no es amigo del protagonismo… A lo largo de su trayectoria siempre ha sido fiel a su máxima, que expresa muy bien su manera de entender el oficio: “el periodista no debe convertirse en protagonista" pero, permíteme decirte, Fran, que hoy es inevitable. Intentaré ser breve… Lo intentaré… siguiendo consejos cercanos…
Y lo es, es inevitable, decía, porque su actitud, su forma de situarse siempre detrás de la noticia, es precisamente una de las cualidades que hacen de él un periodista excepcional. Porque ¿quién, con 23 años, lo tiene tan claro como para decidir irse a Nicaragua para cubrir desde allí lo que estaba pasando? Él lo hizo convencido de algo que resume toda su carrera profesional: hay acontecimientos que marcan nuestra historia… y, como él ha reconocido, “yo no quiero que me los cuenten: quiero contarlos".
Desde entonces, es exactamente lo que ha hecho. Y no importa desde dónde haya informado —en las guerras de Centroamérica, en dictaduras del Cono Sur, en zonas de conflicto en Asia, África o Europa; ahora desde Washington—, siempre lo ha hecho con la misma honestidad, con la misma voz serena y limpia, con una mirada que busca entender antes que juzgar.
Su periodismo no se mide por los kilómetros recorridos —incontables, por cierto—, sino por la profundidad con la que ha sabido escuchar a quienes no suelen tener voz.
A lo largo de su carrera ha visto muchas veces la ausencia de límites del ser humano para el mal. Lo ha dicho con una honestidad que estremece: “he visto la capacidad de desarrollar la maldad por parte de algunos seres humanos". Pero también ha aprendido que, incluso en medio del horror, siempre hay alguien que tiende la mano, alguien que rescata un gesto de humanidad. Y es desde ahí, desde esa mezcla de lucidez y compasión, desde donde él nos cuenta lo que pasa en el mundo.
En cada crónica, en cada conexión, ha estado presente esa idea de que informar no es solo contar lo que pasa, sino acompañar lo que duele, dar contexto, dar sentido —algo que también hace ahora en esta nueva era de redes sociales y de pantallas, demostrando que el buen periodismo sigue siendo insustituible —.
Por eso su voz, tantas veces entre el ruido de las sirenas o el eco de las explosiones, ha sido también una voz de calma y de humanidad. Y quizá por eso su nombre se une hoy, de manera tan merecida, al de Francisco “Cuco" Cerecedo. Porque si Cerecedo fue, en su tiempo, un cronista de la libertad política en una España que despertaba del silencio, Fran Sevilla es, en el nuestro, un cronista de la dignidad humana en un mundo en el que la escucha es un bien tan escaso como necesario.
Ambos hicieron del periodismo un compromiso profundo: Cerecedo, con la palabra libre y el pensamiento crítico; Sevilla, con la verdad que se descubre cuando uno está donde suceden los hechos, mirando de frente la realidad.
Por eso es tan importante recordar y reiterar la vigencia y la necesidad del buen periodismo. Del que no se conforma con los titulares ni con el eco mediático, que no busca likes, aplausos ni cuotas de pantalla, sino que va más allá; el que pregunta, escucha y cuenta.
En tiempos de prisa, de desinformación y, paradójicamente, de sobreabundancia informativa, el periodismo sigue siendo una forma de compromiso: un compromiso con la verdad, con las personas, contra el olvido, contra la indiferencia. Porque contar lo que ocurre —con rigor, con respeto, con empatía— es una manera de cuidar la veracidad de los hechos, de protegerla.
El buen periodismo no solo informa, sino que ayuda a comprender. Es el que da contexto y perspectiva, el que humaniza las cifras, el que convierte el dolor ajeno en nuestra conciencia compartida.
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