Los Negocios mas Antiguos del Centro Histórico de la CDMX

La Vasconia es la panadería más antigua en funcionamiento continuo de la Ciudad de México, fundada en 1870 por inmigrantes vascos en el Centro Histórico. A lo largo de más de 150 años ha sobrevivido a profundas transformaciones políticas, sociales y urbanas, adaptándose a los cambios sin perder su identidad como panadería tradicional. Aunque con el tiempo incorporó cafetería, comedor y rosticería, el pan cotidiano siempre ha sido el eje del negocio, convirtiéndola en un símbolo de resistencia del oficio panadero artesanal.
Farmacia París, fundada en 1885 durante el Porfiriato, es una de las boticas históricas más emblemáticas del Centro Histórico. Conserva casi intacto su mobiliario original —vitrinas, frascos y mostradores— y representa una época en la que las farmacias eran espacios de consulta, elaboración de fórmulas y saber médico popular. Su permanencia se debe a su identidad visual, clientela fiel y capacidad de adaptación a la industria farmacéutica moderna sin perder su carácter histórico.
El Globo, fundado en 1884 por inmigrantes europeos, nació como una panadería artesanal de inspiración francesa en el Centro Histórico. Introdujo panes y bollería elaborados con mantequilla, poco comunes en el México del siglo XIX. Con el tiempo evolucionó de negocio local a cadena nacional, lo que aseguró su supervivencia y lo convirtió en un ejemplo claro de la transición de la panadería tradicional a la empresa moderna, aunque con pérdida parcial de su carácter artesanal original.
La Cantina La Ópera, abierta en 1876, es uno de los espacios más emblemáticos del Centro Histórico y un símbolo de la vida bohemia, política y cultural de la ciudad. Con una estética porfiriana elegante y una ubicación estratégica en la calle 5 de Mayo, fue punto de encuentro de comerciantes, artistas, periodistas y políticos. Su fama se reforzó con la leyenda del balazo de Pancho Villa, mezcla de historia y mito que forma parte inseparable de su identidad. Hoy sigue funcionando como un espacio vivo de memoria urbana.
El Molino La Aurora, surgido a finales de la década de 1920, es una panadería tradicional del Centro Histórico que nunca se convirtió en cadena ni perdió su carácter popular. Dedicada al pan dulce y de mesa de consumo diario, fue durante décadas parte esencial de la alimentación cotidiana de trabajadores y familias del Centro. Su importancia radica en representar a los hornos de barrio que sostuvieron la vida urbana antes de la industrialización del pan.
Café La Habana, fundado en 1952 en la colonia Juárez, es uno de los cafés más cargados de historia del siglo XX mexicano. De carácter sencillo y accesible, se convirtió en punto de reunión de periodistas, escritores, estudiantes y exiliados políticos. Su fama está ligada a las reuniones de figuras como Fidel Castro y el Che Guevara en los años cincuenta, así como a su papel como extensión informal de las redacciones periodísticas. Su permanencia se debe a la fidelidad a su esencia cotidiana.
El Danubio, inaugurado en 1936, es uno de los restaurantes más antiguos del Centro Histórico y un referente de la cocina española tradicional en la Ciudad de México. Especializado en mariscos y cocina vasca-cantábrica, se distinguió por su barra clásica y su ambiente sobrio. Frecuentado por generaciones de comerciantes y funcionarios, sobrevivió gracias a su clientela fiel y a la decisión de no transformarse en un espacio turístico, manteniéndose como restaurante funcional y vivo.
La Madrid es una panadería tradicional fundada hacia 1939, perteneciente a la última generación de hornos urbanos consolidados antes del dominio del pan industrial. Dedicada al pan dulce y de mesa sencillo, se integró al paisaje cotidiano del Centro Histórico sin buscar protagonismo. Es recordada como ejemplo
Café Popular, con origen en la década de 1940, es uno de los cafés y fondas más representativos del Centro Histórico. Concebido como espacio para trabajadores, ofreció desde el inicio comida y café accesibles a cualquier hora. Su supervivencia se explica por la constancia y el arraigo, manteniendo su función social original sin reinventarse, lo que hoy lo convierte en un referente de la memoria urbana cotidiana.
La Hostería de Santo Domingo, fundada en 1860 y ubicada junto al antiguo convento del mismo nombre, fue durante décadas considerada el restaurante más antiguo de la Ciudad de México. Su fama se construyó alrededor de la cocina mexicana tradicional, especialmente el mole poblano y el chile en nogada, y de una experiencia que evocaba otra época, con música en vivo y ambiente histórico. Su cierre en 2020, tras más de 160 años de servicio, fue percibido como una pérdida simbólica de un fragmento esencial del relato urbano del Centro Histórico.
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