IntI Raymi Salasaka 2014 Parte 1

Aquella mañana de lunes, mientras el sol apenas asomaba sus primeros rayos sobre la comunidad, se daba inicio a la segunda jornada del Raymi, esa pequeña pero profunda fiesta que une tradición, simbolismo y alegría. Según la costumbre, los padrinos son los primeros en llegar a la casa de los nuevos esposos. Su tarea es sagrada: despertar a los novios, quienes la noche anterior habían sido llevados a su cama para iniciar su vida juntos, cumpliendo el rito de la unión y la esperanza de un nuevo hogar.

Con respeto y alegría, los padrinos entran en la habitación, tocando suavemente las puertas y llamando a los jóvenes con palabras de buen augurio. Les dicen que, así como han “trabajado” toda la noche para traer bendiciones al futuro, ahora deben continuar celebrando, porque la dicha ya está en camino. Entre risas, música y el sonido de los instrumentos tradicionales que comienzan a escucharse en el patio, el nuevo día se convierte en una prolongación de la fiesta, un eco de la vida que se renueva.

Los artistas, con sus cantos y danzas, avivan el ambiente. La comunidad entera se reúne para acompañar el paso de los recién casados hacia esta nueva etapa. Es entonces cuando llega el momento más simbólico: los padrinos entregan herramientas de trabajo al novio. Cada herramienta lleva un significado profundo: el compromiso de esforzarse, de sembrar, de cuidar, de construir un hogar digno para su esposa y para el niño que, según la tradición, ya se encuentra “en camino”.

Con esas herramientas en mano, el joven recibe no solo objetos, sino una responsabilidad, un legado y una bendición. Y entre música, danza y alegría, el Raymi continúa, celebrando la unión, la vida y la esperanza que florece en el corazón de la comunidad.