El Cuento Censurado de Pinocho
Автор: Eranesa TV
Загружено: 2025-11-30
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Érase una vez un viejo carpintero llamado Geppetto que soñaba con tener un hijo.
Una noche, talló un muñeco de madera al que llamó Pinocho.
Y cuando pidió un deseo, una estrella lo escuchó.
El muñeco cobró vida y comenzó su aventura.
Pero era travieso, mentiroso y desobediente, y por eso su nariz crecía cada vez que engañaba.
Al final aprendió su lección y se convirtió en un niño de verdad.
Así nos contaron el cuento.
Pero esa es solo una sombra de lo que realmente escribió *Carlo Collodi* en 1881.
Porque en la historia original, Pinocho no fue un niño encantador… sino un ser cruel, violento y condenado a pagar por sus actos.
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El cuento original comienza igual: Geppetto talla un muñeco que, apenas terminado, cobra vida. Pero desde el primer instante, ese nacimiento se siente antinatural. La madera cruje como si gritara, y el muñeco abre los ojos antes de que su creador haya terminado de esculpir su rostro. No hay ternura ni lágrimas de alegría: hay sobresalto, miedo y un silencio que pesa.
Pinocho no sonríe ni llama “padre” a Geppetto. **Grita, se burla y escapa**. Cruza el taller destrozando las herramientas, derribando muebles, empujando al hombre que lo creó. Corre hacia la calle con una risa seca y violenta, burlándose de todos los que intentan detenerlo. La gente lo mira horrorizada: no es un niño, no es un juguete. Es algo en medio, un trozo de madera poseído por un alma que nadie pidió.
Geppetto, desesperado, lo persigue. Lo atrapan los soldados, creyendo que el muñeco pertenece a algún demonio o a la locura de su creador. Así, desde el comienzo, el cuento deja claro que Pinocho no nace del amor, sino del *deseo y el egoísmo de un hombre que quiso jugar a ser Dios.*
Días después, encerrado y solo, el muñeco se encuentra con una voz que surge desde un rincón oscuro del taller: el **Grillo Parlante**. Pero a diferencia de la historia colorida que nos contaron, este no es su amigo. Es una presencia moral, la encarnación de la conciencia, y sus palabras pesan como piedra:
“Los niños desobedientes terminan mal, Pinocho. Escucha a tu padre, y sé bueno.”
El muñeco ríe con desprecio. Agarra un martillo y, sin pensar, lo lanza con fuerza. El golpe resuena como un trueno en la habitación vacía. El grillo cae, su cuerpo diminuto aplastado contra la pared. Silencio. Un silencio largo, frío, insoportable. Pinocho lo observa un momento, y luego se aleja, como si nada hubiera pasado. Esa fue su primera lección: *el desprecio absoluto por la voz de la conciencia.*
A partir de ese instante, su historia se convierte en una espiral descendente. Cada paso lo aleja más de la inocencia, y cada decisión lo acerca al castigo. Pinocho no es el niño curioso que busca aprender, sino un reflejo del ser humano cuando se deja arrastrar por la soberbia, el miedo y el deseo de libertad sin responsabilidad.
Huérfano del alma, recorre un mundo sin bondad, encontrando mentiras y engaños que solo reflejan su propia corrupción. El muñeco que debía ser símbolo de esperanza se transforma en un espejo oscuro de la humanidad: el hijo que hiere al padre, el alumno que mata al maestro, el inocente que se convierte en monstruo por elección propia.
Y así comienza su verdadero descenso.
La historia de Collodi no está llena de canciones ni hadas madrinas luminosas.
Está llena de *miseria, pobreza y castigo.*
Cada personaje que Pinocho encuentra le roba, lo engaña o lo traiciona.
El hada azul, por ejemplo, no es un ser dulce.
Es una figura distante, que lo cuida como quien cuida una carga, castigándolo una y otra vez.
Cuando Pinocho miente, su nariz crece, sí.
Pero no es un detalle cómico: es un castigo físico humillante, símbolo de su corrupción interior.
El mensaje no era que mentir está mal.
El mensaje era que quien desobedece… *será destruido.*
Collodi escribió una historia cruel, casi una parábola de la culpa.
En la primera versión, el cuento **terminaba con Pinocho ahorcado**.
Sí, muerto.
Después de desobedecer a todos, de burlarse del amor de Geppetto, de rechazar el sacrificio y la moral, el muñeco es atrapado por dos ladrones —el Gato y el Zorro—, y colgado de un árbol como castigo final.
El texto original dice:
“Y allí quedó, balanceándose en el viento, con la lengua afuera y los pies golpeando el aire.”
Esa era la lección.
Sin redención.
Sin milagros.
Un final que mostraba que los actos tienen consecuencias.
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