LEVITICO CAPITULO 11

LEVITICO - CAPITULO 11
El Señor habló a Moisés y a Aarón, instruyéndolos acerca de las criaturas vivientes de la tierra, del mar y del aire, para que distinguieran entre lo que es puro y lo que es impuro. Así se estableció una ley que afectaba cada aspecto de la vida del pueblo, desde la comida que llevaban a la boca hasta la relación simbólica entre la pureza del cuerpo y la santidad del alma.
Dijo el Señor: “Hablad a los hijos de Israel y decidles: Estos son los animales que podréis comer entre todos los cuadrúpedos que hay sobre la tierra. Todo el que tiene la pezuña hendida, partida en dos, y rumia, ese podréis comer.” Así, Dios determinó que la santidad debía reflejarse incluso en lo cotidiano, en la elección de los alimentos que sostendrían el cuerpo y el espíritu.
Entre los animales terrestres, aquellos que cumplían ambas condiciones —rumiar y tener la pezuña dividida— eran considerados limpios: el toro, la oveja, la cabra, el ciervo y todos los de su especie. Pero el Señor advirtió que no todos los que cumplían una de estas señales eran aceptos.
Dijo: “El camello, aunque rumia, no tiene la pezuña hendida; será impuro para vosotros. El conejo y la liebre, aunque rumian, no tienen la pezuña partida; también son impuros. El cerdo, aunque tiene la pezuña hendida, no rumia; será impuro.”
De estos, no comerían carne ni tocarían su cadáver, pues el contacto mismo con lo impuro traía contaminación ritual. Así enseñó el Señor que la pureza no se limitaba al alimento, sino que era un estado integral que debía guardarse con atención.
Respecto a los animales acuáticos, el Señor dijo: “De todo lo que hay en las aguas, podréis comer los que tienen aletas y escamas, ya sea en mares o ríos.” Pero todo aquello que se mueve en las aguas y no posee ni aletas ni escamas debía ser considerado abominación.
Peces, reptiles marinos o criaturas sin escamas eran excluidos, y cualquiera que tocara su cuerpo muerto quedaría impuro hasta la tarde.
También dio el Señor mandamientos sobre las aves: “Éstas son las que tendréis por abominación; no comeréis de ellas, porque son impuras: el águila, el quebrantahuesos, el buitre, el halcón, el cuervo, la avestruz, la lechuza, la gaviota, el milano, el búho, el ibis, el cisne, el pelícano, el buitre marino, la cigüeña, la garza y el murciélago.”