Estaba muy emocionada en nuestra primera cita. El era maravilloso y conectamos super bien.

Estaba muy emocionada en nuestra primera cita. El era maravilloso y conectamos super bien. Pero cuando le dije que había investigado y nuestros signos eran super compatibles, se burló y se fue. No es justo

Me quitaron la licencia de enfermera y terminé con antecedentes penales por una primera cita que ni siquiera llegó al postre. Ahora, si alguien escribe mi nombre en internet, lo primero que ve son titulares hablando de una enfermera que violó historiales médicos, como si fuera una especie de depredadora con estetoscopio. Todo se desató por una carpeta azul, un sábado en la noche, una copa de vino y un hombre que no supo manejar que éramos astralmente perfectos. Desde ahí todo se fue en picada, así que voy a explicar cómo llegué a ese punto. Siempre crecí con la idea de que yo había nacido para cuidar a los demás. Desde pequeña mi mamá repetía que tenía manos suaves, que escuchaba bien, que tenía paciencia, y supongo que por eso no fue sorpresa para nadie que terminara estudiando enfermería. En el hospital siempre decían que yo iba más allá de mi deber, que preguntaba por los pacientes después del turno, que me preocupaba por sus familias, que me tomaba las cosas “muy a pecho”. Pero nadie entendía que, si uno no controla lo que pasa a su alrededor, la vida se descontrola y luego te toca recoger los pedazos. A mí ya me habían roto muchas veces como para seguir confiando en la improvisación, también en el amor. Cuando conocí a Emilio en Tinder sentí que, por fin, había algo distinto. No era uno de esos tipos básicos de foto en el gimnasio o con cerveza en la mano. Tenía una sonrisa medio triste, un humor raro, y una bio donde hablaba de libros y de que estaba trabajando en sí mismo. Empezamos a chatear y se nos iban las noches hablando de música, de películas viejas, de problemas con sus papás, de relaciones que no le habían funcionado. Me contaba que tenía mala suerte en el amor, que siempre elegía mal, que terminaba lastimado. Yo miraba sus mensajes y sentía que el universo me estaba presentando un caso claro: alguien con potencial que solo necesitaba que lo eligieran bien, que lo cuidaran de verdad. Después de varios días así, él propuso vernos. Me dijo que podía ser un sábado a las ocho en un restaurante cerca del hospital, porque le quedaba cómodo por su casa y porque le gustaba la comida de ahí.