¡Debes Escuchar Esto AHORA! Dios Quiere Hacerte Saber que está CONTIGO... ¡No lo Ignores!

Hija mía… detente un momento. Respira profundamente. Siente cómo el aire entra suave y fresco en tus pulmones. Cierra los ojos y deja que el mundo se quede quieto unos instantes. Allí, en ese silencio, estoy contigo.
Tal vez estás en tu cocina, mientras el aroma del café llena la casa. O tal vez estás sentada en tu sillón favorito, mirando por la ventana cómo el viento mueve las hojas de los árboles. Quizás escuchas el tic-tac del reloj, o el murmullo de la vida que te rodea. Y, en medio de ese ritmo cotidiano, quiero que escuches algo más profundo: mi voz, hablándote al corazón.
A veces, la vida se parece a un jardín que atraviesa las estaciones. Hay días en que el sol acaricia cada flor y todo parece en calma. Pero también hay días en que las nubes cubren el cielo, el viento arranca pétalos, y el alma se siente como una rama cansada. Sin embargo, bajo la tierra —donde tus ojos no ven—, las raíces siguen vivas. No importa cuánto frío o tormenta haya: el jardín vuelve a florecer cuando llega su tiempo.

Así también es tu corazón. Aunque sientas que tus fuerzas se apagan, la vida que sembré dentro de ti no muere; solo se prepara para brotar con más fuerza. Sé que últimamente has pasado por días en los que cuesta sonreír. Has querido ser fuerte por los tuyos, mantenerte firme, sonreír, aunque por dentro haya cansancio o incertidumbre. Pero quiero que sepas que no tienes que fingir fortaleza ante mí. Me basta con tu sinceridad. Me basta con ese suspiro que escapa entre tus labios cuando ya no puedes más. Hija mía, yo no te exijo perfección, te ofrezco descanso. No te pido que escondas tus lágrimas, te ofrezco un hombro eterno donde llorar sin miedo. Hoy quiero hablarte de algo muy profundo y hermoso: la fe en medio de la prueba. Esa fe que no grita, pero resiste. La que tiembla, pero no se rompe. La que sigue creyendo incluso cuando el cielo parece cerrado. No es una fe de palabras, sino de esperanza viva, tejida con lágrimas, paciencia y amor. Esa fe es una joya preciosa a mis ojos, y tú la estás forjando cada día, incluso sin darte cuenta.